Video de la gran faena de Talavante I JET
MARCOS SANCHIDRIÁN > Valencia
Cuando un torero tiene la capacidad de levantar del tendido al público en el momento más inesperado, es que tiene algo diferente a los toreros terrenales. Pero cuando un torero es capaz de convertir el asiento de piedra en un muelle es que, además de torero, es un ser superior. Pura coreografía tanto el toreo estático en vertical que remata más allá de donde llega el brazo, como el toreo en movimiento en los remates y otras alucinaciones que convierte el duelo bestia-humano en una auténtica danza frente al toro. Talavante pasa por el mejor momento de su carrera porque descubrió el mensaje que quiere lanzar: el de un torero que lo único previsible que hace es el paseíllo.
El mal a espadas -la nota disonante de toda la tarde- se llevó el triunfo numérico en la redonda faena al tercero pero fue el presidente el que quiso tener su minuto de gloria antes de concluir el segundo capítulo de la Feria de Julio. Finito y Morante tuvieron menos suerte con sendos lotes de Victoriano del Río tan dispares de hechuras como de juego que, aunque nobles, les faltó ese punto de romper a excepción del excelente tercero.
Como un torero con chistera, Alejandro Talavante encontró en cada momento la capacidad para levantar del tendido a los valencianos. Desde el vistoso saludo capotero con el envés del capote, a las acompasadas verónicas o el toreo a una mano para poner al toro en largo al caballo. Porque el toro fue hasta en tres ocasiones al peto desde su distancia con prontitud, acometividad y brío. Y empujando abajo. Con la muleta volvió el genio porque de rodillas fue capaz de dar un cambio de mano para encajarse y torear al natural. De locos. Le dio igual la derecha o la izquierda porque todo lo hizo desde su condición de saberse superior a los demás.
Talavante lo hizo todo natural, valiente, templado y acertado. Y solventando cada problema: un pequeño desarme del ayudado le sirvió para recetar cuatro cambios de mano que se convirtieron en circulares. Brillante como las manoletinas para salir toreando con un pase de pecho a la hombrera contraria. Erró en dos ocasiones antes de dejar una estocada y el triunfo se quedó en una atronadora ovación como la que se llevó el gran burraco de Victoriano del Río.
Se agarró perfecto Manuel Cid en dos puyazos en los que el sexto empujó y apretó. Precisamente el último fue el mas cuajado y el que no puso el triunfo en bandeja. Había que imponerse y, aparte de conseguirlo, Talavante supo crear belleza desde la verticalidad en el toreo fundamental y la gracia en los remates: molinetes, de frente e invertidos, cambios de mano para irse a la izquierda o en los desplantes en los que miraba al tendido con aires de grandeza de un torero que sabe que está en el mejor momento de su carrera. La plaza fue una olla pese a tener que usar en una ocasión el descabello para pedir la oreja, motivo por el que se excusó el presidente para no otorgarla. Su incompetencia quedó retratada en una vuelta al ruedo de las rotundas como lo fue la bronca al palco.
Apretó el segundo en los capotes y en el caballo, después de ser protestado de salida. El comportamiento en el ruedo le dio seriedad al segundo. Morante amasó su celo natural para, después de no quitarle la muleta del hocico, sacarle los derechazos de más enjundia. Faena de más fondo que pellizco. El sevillano tuvo que usar el descabello para terminar con su función. Solo tres verónicas y una revolera fue lo que permitió el deslucido quinto. Rebrincado unas veces, yéndose a tablas otras fue la tónica entre la molesta brisa valenciana. Morante decidió tomar la calle de en medio ante la imposibilidad de lucimiento.
Una media lenta, templada y sentida destacó sobre el largo y buen recibo a la verónica de Finito al primero. Buen toro de Victoriano, que tuvo ritmo y clase en la embestida, sobre todo, por el pitón derecho. Finito logró bajarle la mano y conseguir pasajes de suma torería desde el comienzo en una faena jaleada pero de largo metraje. No encontró el sitio ni con la espada ni con el descabello.
La faena al cuarto bis rompió cuando Finito fue a buscarlo con decisión. El titular fue devuelto tras perder las manos en varias ocasiones. Después del torero inicio en el que sobresalió una excelsa trincherilla, Finito tiró del de Victoriano para hacerlo romper hacia adelante. Llegaron muletazos rematados por debajo de la pala del pitón, mano bajísima pero todo quedó deslucido por el pésimo uso de la espada. Sonaron los tres avisos antes de que se echara el toro entre el cabreo del personal.
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