La tarde empezó bien, aunque las rachas de viento intuían lo que luego fueron: una molestia para los toreros y, por lo tanto, una rémora para el espectáculo. Pero empezó bien, porque saltó al ruedo un bonito novillo de Torrealta que se desplazó en los capotes con largura y fijeza, que peleó en el peto y que se vino a la muleta de Luis Vilches -en la imagen- con bravura y alegría. El sevillano, tras brindar la muerte del animal a Eduardo Canorea, comenzó por bajo toreramente y continúa ligando muletazos repletos de torería, cuando el viento se lo permitió.
Pero el novillo comenzó a tardear y, al poco, se paró. Una verdadera pena, dada la nobleza y fijeza del animal. Valiente y aguantando, pues no era fácil estar ahí entre el viento -por lo que no pudo sacarse al animal a los medios- y el tardeo del animal, Vilches dejó una buena impresión, aunque después fallara con la espada.
Su segundo fue mansito en el caballo y dejó a Pineda y al sobresaliente – Azuquita– lucirse en sendos quites, garboso el de Armando López, Azuquita, y a Joaquín Jiménez, tras dos buenos pares. El novillo se desplazó con cierta violencia y el viento no dejó al torero plantarle la batalla que pedía el novillo, que le sorprendió en varios momentos y, además, le puso en apuros porque retrasó la muleta en exceso.
El tercero y último novillo de su vida salió suelto del peto, sacó genio, no permitió el lucimiento del sobresaliente, puso en aprieto a los banderilleros -bien por El Santi cortando-, desarrolló sentido, pidió sometimiento y Vilches contestó. ¿Qué quieres, por abajo? Toma. ¿Firmeza? Toma. Y salieron tandas largas por la derecha, mandonas y con su pellizco. Y es cierto que el novillo respondió a ratos, con vibración, aunque no terminó de humillar y por el izquierdo no se dejó. De nuevo pinchó y perdió la oreja. Mañana corta tres y arreglado. Se ovacionó al novillo, demasiado.
La actuación de Fernández Pineda comenzó con el segundo de la tarde, que se repuchó en el caballo y salió suelto. Distraído y rebrincadito, puso en aprietos a Luis Vilches en el turno de quites y después, en un extraño, volvió a darle un susto a Fernández Pineda, que comprobó y nos hizo ver a todos al poco que por el derecho no tenía ni uno y por el izquierdo era prácticamente imposible, dados los hachazos que tiró el animal. Fue un verdadero espectáculo ver lo que hacía el animal: la gaita, en el remate de los pases, la ponía en el Giraldillo.
Pineda quiso seguir, aquello olía a hule, pero los aficionados le pidieron que acabara con eso. Y les hizo caso y volvió por su propio pie al callejón. Uf. Porque Pineda no es de los que se alivian, no; ya se comprobó el año pasado, que arrancó orejas por doquier. Yo, particularmente, me temía lo peor y esperaba que Pineda me pusiera el corazón en la boca. Pero no.
Al cuarto casi no se le picó. Los novilleros entraron en quites -sabrosa la media de Vilches-, Santi Acevedo bregó brillantemente y Pineda empezó por alto. Ligó una buena tanda por el derecho, el novillo tuvo buen son aunque se quedaba cortito y no acabó de humillar, brilló en una serie con la izquierda, por donde se desplazó mejor el animal, pero no acabó de hilar faena ante un animal que -tardo- se desplazaba con largura. Lo mató bien, eso sí.
No quería que se fuera la tarde y se fue a la puerta de chiqueros en el sexto. El novillo tuvo buen son, se empleó en el primer puyazo pero blandeó en el segundo. Volvió a lucirse Santi Acevedo en la brega. Y es que, aparte de ser hermano del fenomenal compañero Álvaro, está demostrando que va a ser figura en lo suyo.
Comenzó Pineda con un pase cambiado por la espalda que no provocó ni un ‘huy’ -curioso- e intentó aprovechar la codiciosa y repetidora embestida del animal. Las series se sucedieron, el novillo siguió embistiendo con algún enganchón que otro y sin terminar de humillar y la faena se diluyó. Como la misma tarde. Habrá que esperar. A los dos, en esta plaza y en esta feria.