No hay un solo empresario que, a fecha de hoy, ni en las próximas, puede saber si va hacer su trabajo. Que es el de anunciar y el de dar toros. Hay una desesperación cada vez mayor. Existe una visualización sobre la problemática de la hostelería, de los bares, de casi todos los sectores. Socialmente existe un afecto para estos sectores. Un afecto y una comprensión que no tiene el sector taurino. De tal forma que protestas, declaraciones, peticiones, se toman como propias y su eco se amplía. La demanda de un dueño de un bar es como la demanda legítima de los españoles. Pero en el mundo del toro, esta queja ni siquiera se produce. La sociedad no la iba a amparar.
La desesperación es real y dramática en el sector. Las conversaciones con las gentes del toreo se aproximan ya a la necesidad urgente de la audiencia de un psiquiatra. Y crece cada día que pasa. El estado de necesidad y precariedad es ya de una urgencia absoluta. La incertidumbre se ha hecho permanente: no es cierto que se sepa cuándo, cómo, con qué aforo, con quiénes se puede dar toros este año. Con una particularidad: las actividades de hostelería y restauración son las primeras en la agenda de las Administraciones. El toreo es la última. Los sectores mencionados tienen, al menos, una actividad entre mínima y mediana con cierta seguridad jurídica y normativa. Y, por supuesto, sin amparo de sostén económico gubernamental.
‘La incertidumbre se ha hecho permanente: no es cierto que se sepa cuándo, cómo, con qué aforo, con quiénes se puede dar toros este año. Con una particularidad: las actividades de hostelería y restauración son las primeras en la agenda de las Administraciones. El toreo es la última’
Hay un lenguaje infantil de buena fe con el que se pretende “amparar” la incertidumbre de la tauromaquia, una serie de mentiras de autoayuda cuasi sicológica y una serie de normativas de certeza estúpida. La buena fe son los intentos de avanzar carteles a sabiendas de que no hay certeza aproximada para darlos. Y no la hay porque el toreo es el ultimo de la fila en la lista de prioridades de las autoridades y administraciones. La certeza estúpida consiste en, por ejemplo, decir que se permiten los toros al 50% del aforo, pero con un máximo de 500 o de 200 espectadores. Es más sencillo y exacto decir que se permite un aforo de 500 personas. Pero decirlo sería un sectarismo abrupto y por eso se miente en la misma norma diciendo que se permite el 50% del aforo, que, puede ser 2000, 3.000 o 10.000. Nunca 500.
Insisto que no hay nadie quien pueda decir dónde y cómo va a dar toros. Todas las giras, subvenciones, ideas,… sean bienvenidas. Todas tan bienvenidas como absolutamente ineficaces para abordar dos problemas reales y hasta crueles: uno, que con esos ladrillos no se construye la estructura del toreo. Dos, que con ellos no se palía el drama de la inactividad. Y posiblemente uno más, que el toreo carece de una uniformidad vertebrada, de tal forma que un aforo podría ser suficiente en un lugar y absolutamente inviable en otro.
‘La buena fe son los intentos de avanzar carteles a sabiendas de que no hay certeza aproximada para darlos. Y no la hay porque el toreo es el ultimo de la fila en la lista de prioridades de las autoridades y administraciones’
Para más inri, el del bar o el del hotel sólo necesita la norma, no el permiso de la autoridad política o administrativa. La norma es aséptica, se puede cumplir o no. El permiso depende de la voluntad y la voluntad sobre el toreo es tan variable como es la idea política, el uso político que cada autoridad le da o le concede al toreo. No hay en España nada que favorezca a la reactivación del toreo. En tiempos de hambre y con un futuro económico muy oscuro, el toreo ni siquiera parece tener derecho a la conmiseración. Es decir, al honorable sentimiento de nuestro derecho a trabajar, a salir adelante.
Nos lo han cambiado, o lo hemos cambiado por la caridad. Presiento que toda ayuda o subvención que tapa, sustituye o adultera una normativa amplia y de planificación (decir cómo se va a poder hacer esta actividad en cada lugar, hacer efectiva la ley para la tauromaquia, normalizarla dentro de presupuestos y medidas estructurales), seria, favorable, real en lo político y en lo administrativo, es caridad. Pudiera ser que estemos viviendo a ratos, aleatoriamente, de la caridad de cierta gente. Pero, como en la calle y en el asfalto, a la puerta de una iglesia, no se trata de dar para un pedazo de pan sino de hacer que quien no lo tiene, tenga la posibilidad de trabajar para poder ganárselo. Sin tener que pedir desde el suelo y mirando hacia arriba. Puede que estemos, sin querer verlo, pidiendo a la puerta de una iglesia.