Estaba Bilbao de bote en bote, con las mesas de los restaurantes en reventa, acabado el papel en los bares, consumidas las nécoras y los pintxos de cangrejo. De las corridas, era la de esta tarde la de tirón y remate en taquilla, uno de esos encuentros en los que el toreo es Opera y Estadio y Coliseo. Pero la tarde se quedó a las puertas de ser majestuosa pues se le hurtó el gran éxito, la foto del triunfo, lo rotundo del clamor. Para las causas de este final a las puertas de todo, la mirada se posa evidente en la corrida: un híbrido. Salió del cruce de un armario y un piano de cola desafinado. Para atinar y afinar las teclas. Y las cuerdas. Grande y hermosa, bien comida y seria, pero nunca bonita ni con hechuras. El desafino fue producto de la ausencia de bravura y de raza. Una corrida de vulgar condición desafinaba tanto en esta tarde de concierto de tenores, que sólo la capacidad de los toreros para afinar las 214 cuerdas que dicen tiene un piano de cola mantuvo la esperanza y dio sentido a una tarde de reventa.
Una faena de El Julia un sobrero de Ortigao (a toda) Costa fue de saber afinar a un armario de vulgar tipo y recorrido breve tuvo nota de sobresaliente. Otra de Ponce fue la de afinar las cuerdas mansas de un armario tan grande y voluminoso como manso. Y dos de Manzanares fueron de afinar muchas notas con un lote más claro, pero para entender, para no desafinar. Fueron ellos los sustentadores de una tarde que podría contar con la lectura maniquea de la botella a la mitad: siempre a unos pasos del gran éxito y a los mismos pasos del fracaso. Ni lo uno ni lo otro, sino una buena tarde de toreros y una tarde vulgar de toros que tuvieron peso y tipo desiguales. El primero serio de cara p´alante enlotado con el más grande y basto. El segundo badanudo, de cuello escondido y que perdía la seriedad visto de perfil, se enlotó con un tres cuesta arriba. Devuelto este tras lesionarse, salió un sobrero de Ortigao , cosa que choca en corrida de lujo, de fondo escondido y claves ocultas. Fino, largo y abierto de sienes el tercero, haciendo pareja con uno bajo y de buena construcción.
Viendo todo esto, un llenazo de público a favor de obra, sin desesperación y creyendo en la tarde. Bilbaode dulce, de diez. Ni un gesto de desencanto tras una faena sin medias tintas de Ponce en los medios frente a un toro sin fondo ni fuerza, complicado y que se fue orientando, seguida de otra de escaso contenido de Julia un toro que marcó querencia en banderillas y que duró dos tandas limpias y sin apreturas antes de irse a la madera. Luego creció la tarde. Mejoró la corrida porque del desafino infinito se llegó al posible ajuste de cuerdas. Fue el tercero toro cuidado (a la corrida se le dio buen trato en varas) que llevó siempre la cara suelta y falto de ritmo. Las dos primeras tandas de Manzanares fueron para comprobar que, entre pase y pase, o se matizaban las distancias o el toro tomaba el primer muletazo y luego se venía con la cara a su aire, suelta y sin meterla. Perdió el torero un paso entre cada pase, dejándosela puesta y ligó tandas de una limpieza absoluta, ligazón, trazo bueno y remates de pecho largos y bellos. Convencido, claro, en estado de gracia Manzanares, que perdió una oreja porque la estocada no fue suficiente.
A esta faena de afinar teclas le sucedió otra de Ponce a un toro mansurrón, grande y de volumen al que llevó a su altura en dos tandas, antes de irse a las tablas y allí plantear una nueva faena a base de jugar con las querencias, dejarle la muleta en la cara siempre, taparle huidas y salidas de forma perfecta con la mano derecha. Cierto que la estocada cayo baja, pero la petición fue suficiente. Quizás la misma que hubo para El Juliluego de una faena donde se afinaron de nuevo las cuerdas desafinadas. Había volado a las tablas el cuarto, toro tren de Ventorrillo y sorprendió en medio del lujo un toro anodino de tipo de Ortigao Costaque jamás había empujado para delante. De un viaje corto y agarrado el suelo, primero con la izquierda, luego con la derecha, fue el torero sacando ese fondo que nadie vio, muleta por delante, por abajo, largos los pases, ligados. Tuvo tanta fe que el toro hasta llego a colocar bien la cara antes de quedarse corto en un circular. Una concierto exclusivo para los de fino oído.
Aún quedaba otra faena de interés. Sin traca ni explosión iba la tarde y se quedó sin ella pues el toro de Manzanares, de buena condición y buen tipo, blandeo mucho al principio y el torero opto por el cite a su altura, poniendo ritmo de acompañar, cintura y brazo, excelentes los remates de las tandas. A la faena le falto mano baja para ser aun mejor. O bien no humillaba el toro o el torero eligió es altura por si acaso claudicaba. Un espadazo de órdago llevo incluso a pedir la segunda oreja. Con ese final, con el público deseando ver una Puerta Grande en tarde Grande termino la corrida de lujo de una feria de lujo a la que le esta faltando un titular: el del éxito de clamor. Hay tiempo aún.
Plaza de toros de Vista Alegre. Sexto festejo de las Corridas Generales. Cartel de no hay billetes. Se han lidiado toros de El Ventorrillo,faltos de raza. El de mayores opciones, el sexto. El quinto, de Ortigao Costa. En el arrastre obtuvieron respectivamente: pitos, pitos, palmas, silencio, silencio y palmas. Enrique Ponce, silencio y vuelta al ruedo con petición mayoritaria tras aviso; El Juli,silencio y oreja y José María Manzanares, ovación y oreja con fuerte petición de segunda. Se desmonteraron Juan José Trujillo y Luis Blázquez tras parear al tercero.