ÁLVARO ACEVEDO
MADRID (España). Por la plaza de toros de Arnedo desfilaron casi todos los mejores del escalafón menor. Seis novilladas en las que hubo disparidad en la presentación del ganado, novillos extraordinarios, grandes faenas e importantes actuaciones aunque algunas no fueran entendidas por el público. De los 18 novilleros que actuaron destacó César Jiménez, que cortó cuatro orejas y ganó el Zapato de Oro, aunque algunas faenas como las de Paulita y Martín Quintana estuvieron cerca de merecer tan preciado galardón.
LOS MEJORES
César Jiménez, creo que el novillero con mejor futuro en la actualidad, llegó a Arnedo y arrolló. Las cuatro orejas y el Zapato de Oro fueron los premios a su facilidad innata para torear, a su asentamiento, a su enorme capacidad para estar por encima de los demás sin aparente esfuerzo, y a una excelente técnica que le permitió cuajar a un novillo muy bravo y a otro mansote que pareció mucho mejor en sus sabias manos.
Además de César, destacó el arte y el empaque de Paulita, un maño que está a punto de hacerse matador de toros, y que encandiló a la afición de Arnedo con una templada y exquisita faena a un utrero de Giménez Indarte muy noble pero que sólo duró quince pases. Por su parte, Martín Quintana cuajó de principio a fin a un extraordinario ejemplar de La Quinta. A su toreo largo, poderoso y de mano muy baja no se le puede poner ni un solo reproche.
CON BUENA NOTA
Otros novilleros que dejaron buen sabor de boca fueron, por ejemplo, Nuno Velázquez y Javier Valverde. El primero, portugués e inexperto, tiene sin embargo un magnífico concepto del toreo que quedó demostrado en su profunda e importante faena a un novillo de La Quinta. Lo que iba para dos orejas quedó en tres avisos por su horrible manejo de la espada. Valverde, mucho más cuajado y a un paso de la alternativa, entendió bien a un utrero de Santos Alcalde al que se pasó muy cerca en una faena de gran ligazón aunque abusara de algún zapatillazo.
Otro que estuvo a un buen nivel fue Leandro Marcos, que se encontró con un novillo ideal para interpretar su toreo de cintura y muñeca, de empaque y gusto. Lástima que anduviera regular con los aceros.
También fueron interesantes las faenas de Salvador Vega, tan pinturero como siempre pero cada vez más capaz, y Julien Lescarret, un francés menudo de cuerpo pero que puede funcionar en su país puesto que no se asusta del volumen.
TRIUNFOS SORDOS
En Arnedo algunos novilleros triunfaron pero tuvieron que hacerlo para los profesionales y para ellos mismos, ya que el público acogió fríamente sus actuaciones. Los casos más claros son los de Reyes Mendoza, que ante una auténtica corrida de toros se jugó la vida con pasmosa serenidad; y Matías Tejela, muy por encima de un lote de utreros con dificultades que fue solventando a la perfección hasta cuajar dos importantes faenas. Otra importante aunque breve actuación fue la del mexicano El Jalisco. El muchacho, que sustituía a Sergio Aguilar, se la jugó con un valor de espanto ante un serio y molesto utrero de Santos Alcalde hasta que éste lo mandó a la enfermería cuando realizaba la suerte suprema.
EL GANADO: DESIGUALDAD DE OPORTUNIDADES
Algunas novilladas lidiadas en Arnedo ofrecieron el Zapato de Oro en bandeja de plata y otras lo negaron de manera radical. En la práctica, por tanto, hubo desigualdad de oportunidades aunque todos los novilleros torearan una tarde. El mejor encierro con diferencia fue el de Miranda de Pericalvo, aunque luego el jurado le hurtara el premio para dárselo a la novillada de La Quinta. De los seis utreros de Miranda embistieron cinco, unos muy bravos, otros nobilísimos y todos con las orejas colgando.
En la novillada de La Quinta hubo un novillo extraordinario -el mejor de la feria- que mató Martín Quintana. Además saltó otro enrazado y excelente por el pitón derecho, y un tercero noblón y soso. Los demás no dieron opciones, por lo que el premio a la mejor novillada del ciclo fue una auténtica tomadura de pelo. También hubo tres novillos que destacaron por su nobleza del hierro de Giménez Indarte.
En el apartado negativo hay que destacar que en vez de una novillada, saliera una auténtica corrida de toros de Juan Valenzuela que tuvieron que matar Reyes Mendoza, Lescarret y Luis Rubias, y que para colmo el público no valorara a los chavales en relación con lo que tenían delante. También fue una pena que para el último festejo hubiera que buscar a toda prisa una novillada de Santos Alcalde, ya que la de Adelaida Rodríguez fue rechazada por su poca presencia. El remiendo salmantino fue muy feo, con cara, sin fuerza y sin clase. Por último, los novillos de Sepúlveda evidenciaron una alarmante falta de fuerza y de casta.