Lleno a reventar en la plaza de toros Nuevo Circo para la Corrida de la Feria de la Juventud. Gente en la calle y fuerte reventa de entradas. Hay que destacar que el aforo de la plaza apenas llega a los dos mil quinientos espectadores y que hace más de veinte años no se celebraba una corrida de toros en esta plaza, recientemente rescatada por la municipalidad. Se han lidiado toros de Juan Campolargo, jóvenes de edad y de escasa presencia.
Manuel Medina, El Rubi, obtuvo palmas en el primero de su lote, que se conmocionó y quedó desconcertado para la lidia, tras hundir los pitones en la arena al salir de un puyazo en el caballo. El Rubi, ante el conmocionado astado, abrevió y mató de espadazo fulminante en todo lo alto.
En el cuarto, Manuel Medina fue ovacionado con la capa y en banderillas. Faena acompañada por la música y estocada atravesada. Le concedieron una oreja, el público pidió con fuerza la segunda oreja, trofeo que al final le fue concedido a El Rubi.
Antonio Manuel Punta toreó bien a la verónica, en especial por el pitón izquierdo. Buena faena de muleta acompañada por la música. Muletazos con mucho temple y dominio, sobre todo al torear por naturales. Mató de estocada y le concedieron una oreja; pero si el sevillano estuvo muy torero en su primer toro, ha vivido un momento estelar con el noble La Mora, el quinto toro de la corrida. Soberbio con el capote, faena larga y torera, llena de ramilletes de templadas tandas sobre ambas manos provocando la histeria colectiva, que exigió el indulto del ejemplar de Campolargo, que pesó 410 kilos y está herrado con el número 221. Le concedieron las dos orejas simbólicas tras perdonarle la vida al animal.
Erick Cortéz anduvo muy movido y sin sitio con el capote en el tercero de la tarde, al que ha banderilleado lucidamente. Destaca, por emotivo, un par al estilo de ‘el violín’. Buena faena con la muleta aprovechando la buena calidad del astado, que ha sido bravo con los caballos. Mató de pinchazo y estocada y le concedieron una oreja. El torero se creía merecedor de otro apéndice y en señal de protesta arrojó a la arena el apéndice otorgado por el usía.
Con el sexto, tal vez porque el torito fue el menos cooperador, Cortés estuvo desconfiado y deslucido. Eso sí, parlanchín con el graderío. Con la espada pinchó y tuvo que recurrir al descabello para ponerle punto y final al mediocre festín triunfalista con el que vuelve a funcionar La Victoria como escenario taurino.