Un lleno completo se registró en la plaza de Duitama para presenciar la última corrida de la feria en la que se enfrentaron en un mano a mano los matadores César Rincón y Manuel Caballero.
Se lidió un encierro de la ganadería de Las Ventas del Espíritu Santo con magnífica presencia y muy buen juego, especialmente los corridos en cuarto, quinto y sexto lugar que mostraron mucha calidad, nobleza y bravura.
El cuarto – segundo de Caballero – fue extraordinario desde el comienzo, se creció en la muleta y al final por petición unánime fue indultado.
Los dos matadores que cortaron un total de siete orejas – dos simbólicas – salieron al final de la corrida en hombros de los aficionados en medio de las ovaciones y una lluvia de claveles.
Promediando la corrida – cuando se lidiaba el tercero – cayó un fuerte aguacero que inundó totalmente el ruedo y a punto estuvo de suspenderse la corrida. Los matadores, de común acuerdo con las autoridades, esperaron cerca de dos horas mientras cesó la fuerte lluvia y se arregló el ruedo, para reiniciar la corrida, con un público que con paciencia esperó.
Doble compromiso el de César Rincón – como torero y ganadero – cortó un total de tres orejas, una en su primero y dos en el quinto, gracias a dos faenas pletóricas de poderío y entrega, donde este gran Maestro dio una completa lección de técnica y perfecto dominio de las distancias de los toros.
Como ganadero triunfó plenamente pues a parte del honor por el toro indultado, otros tres toros fueron aplaudidos en el arrastre.
Pero como la dicha no es completa, le correspondió en segundo lugar un toro manso, sin raza y rajado al final. Logró despacharlo de pinchazo y estocada en medio del tremendo aguacero.
Feliz salió de la plaza Manuel Caballero por el triunfo obtenido especialmente en el magnífico toro indultado, Seminarista, Nº 6 de 492 kilos al que ejecutó una faena perfecta, de gran maestro. Los lances a la verónica fueron preciosos y rematados a una mano primorosamente.
Lo grande vino con la muleta en las series continuas de pases con mano baja, largos y con mucho temple. Dictó una cátedra del bien torear en medio de las ovaciones y de la lluvia – esta vez – de claveles. Los gritos de torero…torero…se confundieron con los de indulto…indulto…y se formó en la plaza el alboroto cuando el presidente sacó el pañuelo perdonando la vida al noble ejemplar de Las Ventas.
Las dos orejas simbólicas fueron a sus manos las mismas que paseó triunfalmente.
Muy bien estuvo en los otros dos toros a los que les cortó de a una oreja después dos faenas que fueron muy completas y del agrado de los seis mil espectadores que llenaron los tendidos de esta hermosa plaza que lleva el nombre de César Rincón.