CARLOS RUIZ VILLASUSO
MADRID (España). El día que los empresarios, ganaderos y matadores dejen a un lado su lucha cainita y parcelaria y sean capaces de señalar con el dedo a su enemigo, el mundo del toro habrá despejado su futuro. Cuando los ganaderos dejen de comportarse como plañideras por un pitón o una astilla, cuando los empresarios gestionen libremente las plazas y los toreros se planten ante la dictadura de lo absurdo, el toreo habrá ganado en dignidad, en proyección y en mercado. Ésa es la apuesta de futuro de los profesionales de la fiesta, su asignatura pendiente: convencer al aficionado y al público de que su losa, su lápida funeraria lleva escrito un nombre en plural: las administraciones.
La burocracia administrativa de la Comunidad de Madrid obligó a la suspensión de IBERTORO, todo un escándalo pues con la suspensión se quiebra el derecho a la libertad de empresa, el derecho a la libre manifestación cultural y se ha atacado sin prejuicios a una de las manifestaciones tradicionales más arraigadas en España: la del toro bravo. Pretendían los administradores que se cumpliera la norma: sacrificar cada vaca que se tentara en IBERTORO. Se trataba, como cada año, de hacer llegar al gran público de la ciudad los manejos y trabajos del campo, la base de la fiesta: tentar vacas en plaza. Seleccionar bravura en público. Pero la administración, ciega, burócrata y sinvergüenza, tiró de Reglamento y señaló con el pulgar hacia abajo: se sacrificarían todas las vacas en el recinto so pena de una millonaria multa.
Ciegos y burócratas. Y sinvergüenzas. Sinvergüenzas administrativos y taurinos, porque la Consejería de Economía (sic) de la que depende el tema taurino en Madrid, ya sabía que en las ediciones de los años precedentes, se había dado la misma situación. Entonces multaron, pero la reincidencia hacía multiplicar este año la cuantía de la pena (entre 10 y 120 millones de pesetas) y la organización fue derrotada. La razón es sencilla: no hay reglamentación sobre la tienta de vacas.
Una labor atacada
¿Acaso es necesario reglamentar la tienta de vacas? ¿la de machos también? Sin duda lo que desean los administradores y los que ronean con barrigas agradecidas en su entorno, desearán reglamentarla y hasta presidirla y hasta decidir qué vaca es brava y cuál es mansa y, por supuesto, ganar dinero para las arcas de las administraciones. Un espectáculo que produce el 1,5% del PIB de este país ve cómo su labor empresarial y de expansión está siendo atacada una y otra vez por un Reglamento y unos políticos que actúan de forma ciega, obtusa, irracional y cohercitiva.
¿Qué piensa de esto el Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid? ¿Para qué sirve sino es para solucionar asuntos de este tipo? En Andalucía no existe y cada año se celebra con éxito un certamen semejante en FIBES. El Secretario de la Comisión Consultiva Nacional de Asuntos Taurinos (una entidad absolutamente inservible y tragicómica) señor Pedro Plasencia, sabe desde hace dos años que los empresarios desean abrir mercado para competir con otros espectáculos. Lo sabe, porque se le pidió en la mesa para el desarrollo de la Fiesta en Valencia: que se pudieran celebrar tientas y faenas camperas en la plaza, además de otras tauromaquias alternativas.
En su día, el señor Plasencia dijo que era imposible: no estaba reglamentado. O sea, que ni siquiera trasladó una petición legítima a sus superiores. Además de jugar con su portal de Internet, pagado con fondos de todos, ¿qué hace el señor Plasencia? ¿Por qué se nombra ahora asesor de la Mesa de Fomento a Andrés Amorós cuando ya está aprobado un decálogo de fomento desde hace casi tres años? ¿Por qué esta tomadura de pelo? ¿Por qué tanto sueldo, tanta prebenda, tanto mangoneo administrativo?
Como los malos apoderados
Nuestros empleados públicos son como los malos apoderados: ronean con lo ajeno: unos con el valor de su torero y otros con el dinero ajeno. Por eso, el día que los profesionales y el público se sienten y sean capaces de señalar con el dedo a su verdugo, la Fiesta cambiará. La Fiesta, que no necesita de tutorías pseudototalitarias ni de apadrinamientos administrativos, demanda libertad. Libertad para planificar su futuro, sus espectáculos, para atraer a más gente entorno al toro bravo, para ampliar la oferta y poder competir mejor con otros espectáculos que gonzan de mayor libertad. La Fiesta no lo conseguirá mientras los inquilinos bien pagados de nuestros edificios públicos sean los gestores de su futuro. Taurinamente, las administraciones con ciegas, burócratas. Y sinvergüenzas. Literalmente, en lo taurino carecen de ella.