Alguien de suma estupidez ocurrente sentenció a muerte a la escritura con el adagio de ‘una imagen vale más que mil palabras’. Con el mestizaje de sólo 27 caracteres, Juan Rulfo escribió ‘Pedro Páramo’; García Márquez, ‘Cien años de Soledad’ y Cervantes, ‘El Quijote’. Con la mezcla mágica sin ciencia o fórmula alguna, sin atender al artificio de la inteligencia artificial, nombramos todo aquello que nos une como seres humanos. No. Una imagen no sólo vale más que mil palabras. Una imagen lo es cuando desencadena tal río de emociones que hemos de hacer un abracadabra nuevo con 27 letras para escribir sobre los sentimientos que provoca esa imagen. ‘Confinados’ (confiados) un libro de Anya Bartels sobre la pandemia en Madrid, es un poema de imágenes que provoca poesía escrita.
Un escritor que escribe la palabra ‘árbol’ para referirse a un árbol, tiene mi desprecio más sensible. Un escritor que camina por las selvas del arte, entre la literatura despreciada y el poema abandonado, escribe la palabra árbol para que nos preguntemos dónde andará ese adolescente que escribió en su tronco un corazón con las iniciales de una mujer inacabada. O para que nos fijemos el sueño del pájaro en el atardecer de sus ramas. O para que escuchemos a qué silencio suena la caída marrón de una hoja en otoño. Un fotógrafo que camine por la frontera del arte y del talento hace exactamente lo mismo con una foto.
Hoy los escritores escriben árbol porque quieren que sea un árbol lo leído. De la misma forma, un fotógrafo de hoy no es nada porque el ser humano sólo es ya una prolongación de un objeto que congela imágenes a millones por segundo en todo el mundo. Se llamaba teléfono y así le llaman, en un eufemismo que no describe a ese instrumento dueño de nuestras relaciones. Anya (Ana) escribe con cada foto la palabra ‘árbol, casa, balcón, asfalto, abrazo…’ para que comencemos el ritual de la magia de las emociones y comencemos a usar los 27 caracteres para elaborar un mestizaje, una mezcla, que nombre a cada sentimiento que nace en esa foto.
He leído el libro ‘Confinados‘, escrito a golpe de imagen por Anya en los días de confinamiento en Madrid. Es una variante de ‘El Laberinto de la Soledad’ de Octavio Paz. Una obra de su arte. Se escribe como se es. Se retrata la vida como se es. Esta sociedad de escritores que escriben ‘árbol’ para referirse a un árbol y de millones de fotógrafos a los que sólo les importa el ombligo de ese instante, un mundo suficiente, veloz, insensato, que se creyó infalible porque llamaba árbol a un árbol, quedó sacudido por algo invisible, por algo que no se ve. No hay imagen de él. ¿Dónde está su árbol? Sólo venceremos a lo invisible desde usando la poción mágica de la sensibilidad humana.
Leyendo las fotos de Anya en ‘Confinados‘ aún es posible confiar en el ser humano.