Sábado de Toros. La Plaza de Santo Tomé está en silencio. Las campanas repican a las en punto pero no quieren llamar a nadie. La Virgen del Rosario sigue en San Miguel. Los pañuelos y las camisas de las peñas se han quedado en el cajón. La Plaga, El Soto, El Pañuelo y El Embudo sin charangas. Tampoco está la banda. Las calles de Santa Cruz, La Morería, Santa Marina, El Colegio o San Pedro no están preparadas para recibir al pueblo que acude a la Plaza Mayor con nervios e ilusión para gritar, bailar, reír, beber. Sentir.
Como un recuerdo, en la cabeza de los cuellaranos vuelve una y otra vez: «El alcalde e rexidores de la muy noble Villa de Cuéllar, estando ayuntados en las casas consistoriales a campana repicada según que lo habemos de uso e de costumbre, para deliberar acerca de las cosas concernientes a las fiestas de los encierros…». El pregón, la corregidora, las damas y un grito ahogado: Cuellaranos, ¡A por ellos!
Domingo de Toros. Son las 06:30. Cuéllar duerme porque no tiene motivos ni ganas de madrugar. Los caballos, al paso, no van camino de los corrales del Cega. Las sopas de ajo. Un «chispazo» de anís y unas pastas. La tensión flota en el ambiente.
El pinar está tranquilo. Amanece despacio. Los rayos de luz entran en el espesor de los pinos dejando siluetas mágicas. El silencio se apodera de la escena de forma macabra. El molino del Botiller no tiene el trasiego de todoterrenos y los sembrados descansan tranquilos sin miedo a que los toros se lleven por delante la producción del año. Aún no nos podemos creer lo que la pandemia nos está arrebatando, ni están en los arenales, ni los tenemos aquí.
El embudo da paso a las calles vacías. En las Aldabas no tienen sintonizado Radio Cuéllar para avisar a los corredores de que los toros van bajando a mucha velocidad. La subida de Las Parras sin talanqueras, impacta. La dulzaina y el tamboril en el Baile de Rueda. Las peñas, cerradas a cal y canto. La tajada de lomo de la olla, el chorizo, los huevos fritos y un vaso de limonada.
Los encierros datados como los más antiguos de España (1215) solo se han interrumpido en contadas ocasiones a consecuencia de grandes tragedias. La última suspensión fue durante la guerra civil de 1936 a 1938. 2020 se une, de esta forma, al negro palmarés de desgracias. A pesar de todo, este Domingo de Toros no será un domingo más.