La tarde iba cuesta abajo. Como los bonitos toros de Torrestrella. Iba cuesta abajo… ¿También la de Torrestrella? Pero, ¿qué está pasando aquí? Si al menos la corrida se hubiera caído sin más, pues bueno: habría excusa. Pero el colmo de la mala suerte es que saliera un toro bravo -el tercero-, un toro de verdad, un bicho que salió de chiqueros mascando algo hasta que nos dimos cuenta de que era ¡la divisa! Un toro que se arrancó con alegría en el caballo, que empujó con bravura pero que se dejó los cuartos traseros en una impresionante voltereta. Qué mala suerte. Con él, Dávila Miura no pudo hacer mucho: en cuanto le bajaba la mano perdía las manos. El animal se puso a la defensiva y se acabó. Con lo bravo que era…
El primero no se dio ningún golpetazo y también flojeó. Un toro bonito era. Puerto se lució en un ceñido quite por chicuelinas, El Pere brilló con las banderillas y El Cordobés intentó cuidarlo, mimarlo, pero el toro mostraba unos síntomas como de asfixia. La verdad es que se podía haber marchado al corral. Ya digo que la cosa iba cuesta abajo desde el principio. Tres toros más salieron y aquello no se calentaba.
Pero salió el quinto. Un toro -más basto, estaba previsto como sobrero- que fue el que peor pelea mostró en varas de la corrida. Vamos, que manseó. Y hete aquí que fue el único que propició el triunfo del torero. En el quite de Puerto vislumbró lo que podía ser: embestía, sin humillar y con poquita fijeza, pero embestía, además con vibración. Se olía la emoción. Por bajo y gustándose en dos o tres pases, Puerto lo enceló.
Se fue a citar a los medios en un desliz, olvidando que el toro manseaba y poco a poco regresó a terrenos cercanos a tablas para darle un pase cambiado por la espalda y engarzarle tres o cuatros derechazos emocionantes. El toro tardeaba y, sin humillar, cuando embestía lo hacía con vibración. Puerto, muy torero y cadencioso todo, se cambió la muleta de mano, el toro se le coló peligrosamente e, inteligentemente, supo salir airoso de las complicaciones, con alegría, templando, gustando y, pícaro, supo desentenderse del pitón izquierdo sin que a nadie le molestara. Víctor Puerto volvió a triunfar en Sevilla.
Se conoce que la suerte se había ido a tomar un café en el quinto, porque el sexto se arrancó con alegría en el caballo y gustó su bravura, aunque también mostró flojedad. En el capote de Juan Montiel -ole, torero- embistió con nobleza y Paco Peña puso dos excelentes pares de banderillas. Dávila Miura le obligó demasiado en el inicio de la faena y el toro se fue al suelo. Dávila supo tirar de él suavemente por el pitón izquierdo y el toro tomó la muleta con nobleza y humillando. Algunos de los muletazos fueron realmente largos. El toro se fue apagando, pero la faena también fue larga.
Hasta esa cuesta arriba, la cuesta abajo comentada: Víctor Puerto resultó cogido espectacularmente al entrar a matar a su primero. No es que la gente se alarmara, no: casi nadie se dio cuenta. Pero el toro le puso el pitón en la barriga justo en el embroque. Afortunadamente, no pasó nada. Desafortunadamente, tampoco pasó nada en su faena. El toro, terciadito, empujó en el caballo, pero se fue apagando y, tras un quite por gaoneras con medio capote, se dejó la mitad de las arrancadas y gran parte de su bravura y Puerto basó su faena en eso, en las medias arrancadas. Muleta retrasada, faena sin emoción, cabezazos, una buena estocada… y el susto citado.
El cuarto también tuvo sus cositas de flojo. No tanto como el primero. El Pere volvió a lucirse, esta vez en la brega y El Cordobés intentó faena, pero el animal se quedó corto en la muleta y no quiso entregarse. Nunca humilló, debido a la citada flojedad. Se tragaba un par de muletazos, pero pronto miraba, se paraba y decía que no. El Cordobés sonreía, charlaba con alguien, imagino que se autoanimaba y fue entonces cuando ligó una serie más o menos emocionante. El toro, calamocheando, se tragó esa serie. Rebrincado, sí, pero al menos se la tragó cuando El Cordobés se la puso. Y luego llegó otra similar, también por el derecho y la cosa se calentó un poquito: el toro respondía, sin exageraciones, pero respondía. Luego llegó el arrimón y esas cosas.
Una corrida que no fue para tirar cohetes. Pero, al menos, cenamos a la hora en que lo hacen las personas decentes. Y se vieron cosas. Entre ellas, el triunfo de Víctor Puerto.
FOTOGRAFÍA: MAURICE BERHO.