BAYONETO
MADRID (España). Hay toreros de arte, toreros largos, toreros estilistas, toreros duros, toreros recios, toreros frágiles, toreros técnicos, toreros acamperados,… toreros clasificables y clasificados. Y hay toreros fetén. Para ser uno de ellos, se obliga a vivir la vida de la misma forma que se torea, a pensar con el mismo lenguaje con el que se habla y a manejarse con la misma actitud en la plaza y fuera de ella. En definitiva, ser un torero fetén es ser un hombre cabal: a partes iguales bohemio, romántico, ingenioso, razonable, racial, artista, lúcido, tímido. Hay que saber ser y saber estar y saber parecer. Para ser fetén hay que ser Curro Vázquez.
He conocido a muchos toreros y pocos han mantenido una misma actitud, un mismo discurso (muy pausado siempre, sin levantar la voz, con los mismos argumentos) y la misma generosidad para con el toreo, independientemente de cómo le fuera la feria. Mala o buena, Curro la contaba siempre igual, desde la visión de un aficionado y desde dentro del alma de un torero para recordar. Tiene Curro en su rostro las marcas de la historia del toreo, desde El Pipo hasta Bojilla, desde Linares hasta Vista Alegre, de norte a sus de nuestras españas, y más allá, porque ha sido un torero del otro lado del charco.
Todo ello sin mandar, porque quizá Curro Vázquez sólo admitía el mando que nace en las muñecas y en un corazón grande, gripado por alguna que otra cornada de caballo. Y que nadie piense que este torero de esencia se afligía a causa de la ausencia de valor, pues si éste se gasta con el dolor y el tiempo, él siempre se mantuvo fiel al valor más íntimo, al más desnudo, al más duradero: a los valores del toreo y de la Fiesta. Por eso jamás toreó, habló o se expresó con rencor alguno.
Un torero fetén, mucho más allá de haber expresado la verónica de forma honda y exquisita, mucho más allá de ese andarle a los toros hacia fuera con torería innata, más allá del cite con el pecho por delante y el trazo limpio hacia atrás,… mucho más allá de todas sus cualidades, es, ante todo, un torero para los toreros. Un torero capaz de alimentar el interior del aficionado incluso en un tentadero. Un torero fetén maneja con el mismo compás un capote y un buen vaso de vino, con el mismo temple una muleta y una mujer, un cante y una gracia, un sentimiento y un drama.
Los toreros de ahora, para ser de arte, se aflamencan, se engominan, visten de horroroso y azabache, engolan la voz, encargan capotes de vueltas azules y se afectan. Ese arte sin arte, ese querer y no poder, ese «fíjate como soy» sin serlo, esa torería de gestos vanales, ese estilismo venial, ese pecado mortal… no lo ha necesitado jamás Curro Vázquez. Para todos ellos, para ese grupo inconcluso de toreros que dicen que quieren ser de arte sin saber de verdad qué es el arte, que busquen algo de Curro. Un lance, una media, un cite, una palabra… o cómo enciende un cigarrillo. Lo que sea. Pero de verdad. Curro, que te vaya bonito.