De tanta sabiduría, de tanto conocimiento, de tanta lucidez, de tanta vigilancia por la pureza del espectáculo, esas cabezas privilegiadas que mandan en Madridcuando nada sucede, se inventan una tauromaquia que no existe. Los Vito, López Chaves, Corbelleo Luciano Núñez hubieran tenido que taparse hoy si fueran con Padilla:no se puede lidiar al toro en banderillas cuando las pone el matador… Una nueva sentencia, la de la larga distancia (más o menos la de un golpe franco a diez metros del área) para toros que no la tienen, o pretenden ningunear con ‘miaus’ toros como el segundo de esta corrida…Es la tauromaquia extrema y cerril que se dicta en las tardes de poco guión, rescatada hoy por la sincera entrega de Fernando Robleñoante una corrida muy deslucida del Conde de la Corte.
De la nada, de apenas algún gramo de raza, Robleñosalió bien librado porque, entre otras cosas, dio ventajas allí donde parecía que lo más sano y razonable era la precaución. El tercer toro, manso en varas, se encontró con un cite desde el centro del ruedo en el primer muletazo: galopó el toro y, sin ir obligado, Robleñosumó dos tandas de esta guisa, emotivas largas…pero cuando lo toreó más en corto, el toro volvió a ser el del tercio anterior, protestando, descomponiendo la embestida. Una faena valiente, sincera, áspera en el segundo tramo y emborronada con tres pinchazos.
Hubiera sido ésta la faena de la tarde y, además, de premio, entre otras cosas porque fue el toro de más brío, de más temperamento. Porque el sexto, muy aplomado tras el encuentro con el caballo, apenas se movía. Otra vez se fue al centro del ruedo Robleñoy allí acudió el toro, primero andando, galopando feo en el último tramo y, en el embroque, la inercia le dejaba irse para luego frenarse sin humillar y protestando en la suma de los muletazos. Toro manso también, faena de fajador, de torero listo en resortes, de buscarle las vueltas, el uno a uno para aprovechar su inercia fofa en vez de ligarle…muy sincero, muy entregado. Faena de zozobra. Cayó baja la espada, pero la oreja venía a premiar el esfuerzo de una tarde.
Los voceadores de la nueva tauromaquia tomaron a Liriacomo sujeto convicto y confeso: culpable de que el primero sangrase por el pitón izquierdo tras un derrote. No es que lo fuera, pero ya se sabe que, en el tumulto, el que pone cara de Liria(en este caso el matador) es al que linchan: toro manso, rajado y arrollando con el que Pepínse justificó, como se justificó al irse a portagayola en el cuarto, un toro que, siempre al paso, midió convencido de donde estaba el torero y que cuando fue a la muleta, lo hizo con intención de quedarse.
Padillano llegó a dialogar bien con el pitón izquierdo, manejable, del sobrero de Carmen Borrero, que no tuvo un pase por el derecho. Dejado muy a su suerte, después de dos tercios de banderillas con facultades, pero sin brillo (a Óscar Padillano le dejaron poner en suerte al toro). Dio la distancia ‘de Madrid‘ al toro ( Padillaal remate y el toro en el córner) y se vío que era animal topador, brusco, violento y descastado. Ni distancia ni nada.