Lo recordaba un cabal minutos antes de comenzar la novillada. Cuando pidió el general Nárváez confesión, oído el tiro de mulillas, el páter le dijo: ‘Hijo, perdona a tus enemigos’. Y Narváez contestó: ‘imposible, padre…los fusilé a todos’. César (Jiménez) finiquitó a sus enemigos con solvencia, a los de Fuente Ymbro. Pero quizá queda alguno con vida para perdonar, visto lo visto en una tarde en la que salió una excelente novillada, el novillero estuvo notable y en la que, los adictos a Las Ventas le midieron y ‘su público’ le apoyó.
Que el público de Las Ventas mide, ya se sabía de antemano. Si alguien piensa que anunciarse con seis novillos se considera un gesto (que lo es) pero se olvida del peso de Madrid, es un enemigo. Los fieles a la piedra del tendido se sentaron para examinar al nuevo novillero que marca diferencias y quizá no la vieron. Pero Jiménez resolvió porque es un torero capaz, con valor y con notable manejo de capote y muleta (mejor en el primer tramo del muletazo que al final de los mismos) No hubo arrebato, pero sí resolución.
Salvo el primer novillo, complicado por violento y construido cuesta arriba, la novillada fue buena. ¿Hubo variedad con el capote? Mas bien solvencia, apuntando con facilidad el lance a la verónica, pero los de Fuente Ymbro pidieron más dominio y mando que florituras de capa. Un quite por chicuelinas al primero (que pudo herirle), otro por navarras y tafalleras, una larga cambiada de inicio en el quinto con desarme y un intento de saludar por chicuelinas de salda al sexto en el centro de la plaza con el torete arrollando distraído de salida. Mejor juego de brazos, solvente y bien aprendido en los lances a la verónica.
Las aperturas de faena fueron variadas, una por abajo, otro por estatuarios, dos de hinojos, en el tercio y en centro del ruedo y otra con pases cambiados por la espalda. Un guión o una inspiración, en cualquier caso, capacidad. Otra cosa es la conexión con el tendido, parte a la espera, parte entregado. Complicado el primero, segundo y tercero la tomaron por abajo pero pidiendo mando y vaciar más sus embestidas para ligarlos sin tener que perderles pasos entre pase y pase. Mejor con la derecha que manejando la zurda, los mató así: estocada, pinchazo y estocada y estocada algo defectuosa en el tercero, en el que se pidió la oreja.
Al cuarto le costaba seguirla, tuvo menos empuje, y César Jiménez lo llevó ‘para adelante’ en un par de tandas de notable concepto. Hasta ahí: firmeza, enganchando las embestidas y vaciándolas con menos nota. En el quinto llegó lo que puso ser una gran eclosión: un torete al que inició faena con varios pases cambiados por la espalda y al que ligó cuatro tandas por abajo de buen trazo y mando. Buen novillo y el mejor toreo del novillero, que pudo cortar dos orejas si lo mata a la primera. Los que midieron pidieron la vuelta para el novillo, que premió al conjunto de una novillada muy destacada.
Menos fondo tuvo el sexto, recibido de rodillas en el centro de la plaza, con el torero buscando la Puerta Grande que llegó tras una faena con una parte más ligada, un torero a pies juntos en donde había que buscar la cara al novillo entre pase y pase y una estocada jugándose el tipo. Dio César todo lo que tenía: templó los nervios, demostró sus virtudes y venció a sus enemigos. A los de Fuente Ymbro, porque los novillos buenos exigen más que los malos. Pero Narváez hubiera fusilado a alguno más: a los que le midieron mucho y a los que pensaron que en Madrid no se mide nada.