Llegó el momento de hacer valer los acuerdos. Poner fin a esa delicadeza que consiste en acordar que un pliego es infumable, para, al rato, que ese pliego tenga candidatos. Eso es lo que ha sucedido en ANOET y en otros lugares menos pomposos del “empresariado” taurino. El sentido de la vergüenza y la coherencia en las decisiones de poner fin a los pliegos abusivos ha durado el tiempo en el que un mirlo blanco con supuesto dinero se casa por las prisas con un taurino de turno. Ahí están los ejemplos. Y es el momento de decir basta.
En los últimos 20 años, mientras el toreo perdía la batalla de la comunicación respecto al asunto de sus subvenciones, mientras la sociedad española iba convenciéndose de lo bien que se nos trataba en los Presupuestos Generales de Estado, el toreo creaba a su máxima figura. Que no vestía ni viste de luces ni de juega un alamar: las propiedades de las plazas de toros, las que más han facturado en las dos últimas décadas.
El toreo de hoy es, en una gran parte, lo que le han permitido los pliegos de condiciones abusivos. Y es un toreo de finta, de regate, de ajuste, de precariedad. Ahorrar costes ha sido la estrategia económica.
El toreo de hoy es, en una gran parte, lo que le han permitido los pliegos de condiciones abusivos. Y es un toreo de finta, de regate, de ajuste, de precariedad. Ahorrar costes ha sido la estrategia económica. Ya es hora de que se gestione a la Fiesta como lo que es, una actividad amparada por una ley que la declara Patrimonio Cultural de los españoles y no un lugar de subasteo, de vanidades, de desacuerdos y de “maricón el último”.
Si el Comité de Crisis, que representa a todas las instituciones con cargos electos, decide tras su análisis que uno o dos los que sean, son inviables, no hay nada mas que decir. Porque, además de serlos, lo son en el peor de los tiempos para esta actividad.
Ya es hora de que se gestione a la Fiesta como lo que es, una actividad amparada por una ley que la declara Patrimonio Cultural de los españoles y no un lugar de subasteo, de vanidades, de desacuerdos y de “maricón el último”.
Hasta ahora, cuando alguien se saltaba un acuerdo, quien saltaba la tapia sabía que no tendría problemas en contratar a nadie. La fidelidad al interés general del toreo ha sido, hasta ahora, inexistente. Pero es el momento de la responsabilidad y de la coherencia. Sumemos los millones y millones de euros que han recibido las propiedades públicas de las plazas y lograremos una cifra que ronda el 35% de la facturación, sin incluir condiciones no económicas que se han traducido en cuestiones económicas por sus costes y nulo rendimiento.
Pero no solo es un basta ya a esos pliegos. Es un basta ya a la competencia desleal de quien no paga el IVA, basta ya al dinero “b”, basta ya a torear por el “túnel”. Lo primero que ha de tener une espectáculo es seriedad social en lo económico. El pirateo económico, mejor para el caribe y sus repúblicas bananeras