No respondieron los de Ramón Flores a lo esperado. Venían precedidos por el buen resultado que dieron recientemente en Vic-Fezensac (Francia), adonde a dos de los toros se les desorejó, y el buen recuerdo que dejaron el pasado mes de agosto en el ruedo venteño. Y es que los toros salmantinos se debieron de dejar eso de la casta y la acometividad, e incluso la falta de fuerza, alguno de ellos, en el campo charro. Encima, para poner la tarde más cuesta arriba, Eolo hizo acto de presencia, con ahínco, en los tres primeros. No era más que una muestra de lo espesita que iba a ponerse la tarde para una terna que sólo disponía de esta oportunidad en el ciclo. La única ovación de la tarde la arrancó, precisamente, un torero de plata, Fernando Téllez, que se llevó los aplausos del respetable, tras parear con acierto y riesgo al que cerró plaza.
El viento arreció con fuerza al comienzo del festejo. Aquello no era fácil de llevar, pero no sé sabe por qué razón, Manolo Sánchez decidió no llevarse al que abrió plaza a terrenos más plácidos como los del cuatro. Si algún toro, de los seis, pudo haber valido fue precisamente ése. Sin embargo, atrincherado el diestro donde no debía, el toro acabó tirando gañafones, y el de Valladolid abreviando. Dio la sensación de salir con más ganas, o por los menos, con las ideas más claras, en el cuarto. El toro, que no se había empleado, en ninguno de los primeros tercios y que no prometía nada, en los medios, logró Sánchez, en un intermedio en la actitud del toro, sacarle algún sorprendente natural. Luego volvió por sus fueros, y el de Ramón Flores fue claudicando sin más.
Se le puso la suerte de espaldas a Javier Vázquez. Si pensó el de Chamberí, que lo pensó, que ésta tarde podía convertirse en una nueva oportunidad, para él, por desgracia, se equivocó. Como buen conocedor de este coso, derecho al tendido del Tres se fue el diestro para aliviarse del viento. Sin embargo, lo que podía solventar el momento, se volvió en contra. No era el sitio adecuado para un toro que buscaba las tablas desde su salida de chiqueros. A pesar de que allí el viento no soplaba con tanta fuerza, el toro, que carecía de ésta y de casta, allí, precisamente, encontró un buen refugio. En el siguiente, Vázquez, no tuvo la suerte ya ni de espaldas, sino a veinte kilómetros en dirección contraria a él, porque si había algún toro con peligro, ése le tocó a él, e incluso pasó las de Caín para matarle. Peor azar no se puede tener.
Consciente quizás de lo que suponía para él, este festejo, Alberto Ramírez salió con muchísima disposición y, desde luego, por él no quedó. Recibió con dos largas cambiadas al tercero, lanceándolo a pies juntos, se lo llevó hasta los medios, y ya, con la muleta fue sacándole, muletazo a muletazo, lo poco que tenía. Pero de donde no hay no se puede sacar, y ahí quedó todo. No se amedrentó el de Castellón, ante lo visto hasta ese momento, y volvió a la carga en el sexto. Su intentó fue frustrante porque el toro era hermano de sus hermanos y hasta para finiquitarlo Ramírez lo tuvo difícil.