Ha sido una tarde importante para Leonardo Benítez, quien con su sello propio de torero variado, artista, de capote inspirado en el recuerdo del floreo mexicano, trae ahora la dureza de piernas y el poder del dominio sobre los toros, lo que le da sentido macizo a su expresión. Floreo, de florear la reata, dicen los mexicanos, es de donde se inspiraron creadores como Pepe Ortíz, Alfonso Ramírez, El Calesero y El Charro Gómez; suertes reverdecidas por el caraqueño Benítez en la arena caribeña de Barcelona con sus faroles de rodillas, caleserinas, quites hacia las afueras, el inenarrable quite de oro, esas chicuelinas con las manos bajas, como lo indicó con su sensual e inspirado quehacer el compadre Silverio. Todo esto, pero con entrega, y gracias a la emotividad de un gran toro de Vicentico Branger que se prestó para el fulgurante lucimiento del torero de La Vega.
Labor impecable con la muleta y estocada hasta las cintas, rodando Caserón de Tarapío como un ovillo a los pies de su matador. Dos orejas, petición de rabo; había sido escrita una página importante para una historia aún por escribir de una plaza que recién nace.
Más páginas importantes están aún por escribir, y eso lo entendió el madrileño Chamón Ortega apenas salir al ruedo el fogoso y vibrante Anguloso de Tarapío. Con el capote, Ortega no estuvo a la altura del colorado ojo de perdiz que pedía pelea en todo terreno; pero con la muleta se convirtió en sedosa cascada, bañando con la donosura del temple la fogosidad del heredero de la sangre lusitana de Pinto Barreiro. Citar sin estridencias, embarcar templado y despacio, vaciar el muletazo allá atrás y quedar con la muleta en la cara del noble toro para engarzar y volver a empezar. Esto es cosa para enloquecer a neófitos y expertos, y ese milagro sirvió de badajo en Barcelona, para echar las campanas al vuelo al descubrir el Oriente venezolano un buen torero. Mató con entrega y mucha verdad, después de haber pinchado en hueso.
Las dos orejas para una faena de profunda hermosura, de esas que crecen en el tiempo y con el tiempo, de las faenas que han de ser referencia al mencionar a Chamón Ortega.
No ha estado bien, a pesar del buen género de su lote, el veterano maestro Morenito de Maracay. Un aviso en su primero y la indiferencia en el cuarto. Y que no lo tomen en cuenta, es cosa grave.
El rejoneador Leonardo Fabio Grisolía, tuvo una gran actuación como respuesta a la avalancha triunfal de sus compañeros de cartel, y lo hizo con un buen toro de su ganadería. Pólvora en los pies del toro de La Carbonera apenas salir al ruedo. Emotiva belleza la plástica del jinete, vestido a la usanza portuguesa, que creció como la espuma del Caribe mar al reventar contra la playa bermeja de los acantilados orientales. Certero con las farpas, emotivo en banderillas y defectuoso con el acero, sin embargo recibió una oreja por aclamación popular, cuando se disponía despachar al noble y bravo toro con la espada y la muleta. Su mejor tarde, no hay duda.