Hablan de generaciones. Pero yo hablo de ecosistemas. Todo se explica en modelos de ecosistema. Ya saben, esas cosas que forman parte del mismo tiempo y espacio y que dan equilibrio. Yo nací en un ecosistema social en el que el toreo formaba parte de la ‘normalidad’. Es decir, forma parte de lo cotidiano con la presencia y desenvoltura de lo natural. La tele en abierto hablaba de toros. Las radios nacionales tenían programas de toros. Y como los grandes promotores de la normalidad, radio, tele, prensa, hablaban de toros, también se hablaba de ellos en la universidad y en los bares. Una corrida televisada en abierto era pan de muchos días y salsa de muchos comentarios.
Las radios nacionales tenían programas de toros. Y como los grandes promotores de la normalidad, radio, tele, prensa, hablaban de toros, también se hablaba de ellos en la universidad y en los bares.
En ese mi ecosistema, el tenis era ese deporte de pocos, elitista y demasiado yanki para ir más allá de unas cuantas noticias por ahí. Pérdidas en el As o en el Marca. La Copa Davis distaba mucho de ser ese negocio en el que mueren las ideologías y los principios. Solo en el ecosistema global del dinero puro y duro puede un independentista pendenciero, niño pijo catalan, Piqué, anti monárquico e iletrado, apropiarse de una competición y hacer que el Rey trague y se siente a su vera y se blanquee tanta inmundicia. Pero entonces el tenis no era eso que es hoy. El tenis blanquea canallas, su dinero es capaz de hacer tragar sapos y dignidad a un Rey y sentarlo al lado de quien desea sea decapitado. Pero este es otro tema.
El tema es que el tenis era lo que era y el toreo era justo lo contrario, era pueblo y sol y llenos y era parte del paisaje habitual de la natural normalidad. Pero sucedió que en los siguientes ecosistemas, en las generaciones siguientes para que se entienda, este equilibrio se quebró. Los agentes económicos que lideran animalismo y mascotismo y otros ismos de encaje parejo, hicieron su trabajo: las ansiosas nacionales y las teles nacionales dejan de dar toros, de tal forma que ya lo entraban dentro de la normalidad, dentro de lo habitual. Y los nacidos en el ecosistema dejaron de oír sobre toros y ver sobre toros. En el ecosistema La Tauromaquia desapareció de los lugares donde estaba.
Pero entonces el tenis no era eso que es hoy. El tenis blanquea canallas, su dinero es capaz de hacer tragar sapos y dignidad a un Rey y sentarlo al lado de quien desea sea decapitado. Pero este es otro tema.
Siendo este aislamiento una herida de muerte para el toreo, a la fase de aislamiento le siguió una fase de satanización y demonición. Ya no era que el toreo no estuviera dentro de la normalidad, sino que si alguien preguntaba por él, la respuesta era que no estaba por ser actividad de caverna y atraso. Es decir, que una camada de españoles nacidos en este ecosistema mamaron leche mientas el toreo salía de las teles y las radios y de la normalidad. La siguiente camada comenzó a escuchar que el demonio y la aberración eran potestad de lo taurino, generando una idea contraria y de rechazo. Y la siguiente camada de españoles, la de ahora, nace sin apenas ecos lejanos sobre lo que fue el toreo en su propio país y su propia cultura.
Fue un algo que lleva a más de cincuenta mil personas a La México para ver, (un decir, porque más de la mitad de los espectadores jamás podrán ver una bola de tenis desde su localidad) a Federer, un tenista. Al día siguiente los toros se celebraban con esa presencia de fieles que convierte al toreo en una especie de peregrinaje obsoleto.
Yo he visto llena esa plaza. No solo ahora con el efecto José Tomás. La he visto y he visto el trabajo soterrado de los poderes de negocio que necesitan que el toreo desaparezca. Todo negocio ha de tener su ideología. Y la ideología del negocio animalista, mascotista y neo ecologista es prohibir el maltrato animal. Y qué cosa mejor que el toreo puede ejemplificar el mal trato animal.
En este ecosistema lo popular se satanizó y lo elitista se popularizó. El tenis sigue siendo un deporte minoritario en práctica, caro y elitista, pero al negocio le basta con tener unos cuantos nombres de virtuosos para vestirlos con sus marcas Adidas o Nike, lanzarnos día a día en la tele, y hacer que el tal Federer sea un habitual social a la hora de comer. O a la noche. Un habitual contado como un tipo excepcional.
El tenis sigue siendo un deporte minoritario en práctica, caro y elitista, pero al negocio le basta con tener unos cuantos nombres de virtuosos para vestirlos con sus marcas Adidas o Nike, lanzarnos día a día en la tele, y hacer que el tal Federer sea un habitual social a la hora de comer.
Lo elitista ya forma parte de lo habitual en un giro copernicano inverosímil en un ecosistema quebrado y cambiado sin más equilibrio que el del interés del negocio. El dinero puro y duro que nos hace aceptar la mentira como algo que ya no se penaliza. Este ecosistema no penaliza el fraude ni el engaño. Este ecosistema y sus medios y sus gentes y sus periodistas forman parte de la lista de la compra del negocio. El negocio con su ideología, quede claro.
Un cordón sanitario se ha puesto sobre el toreo como nueva fase para la nueva generación de españoles nacidos en este ecosistema llamado España que vive en un desequilibrio esquizofrénico tan evidente que, mientas se discute sobre independentismo y mesas de negociación, se hace a sabiendas de que él existe la llamada España no existe. Existe otro. Uno donde un tal Piqué, dueño del tenis, invita a un Rey en su propia casa al albur de algo llamado deporte y que solo es negocio.
La cuestión es si la gente que vigila los restos del toreo y sus brotes verdes, están convencidos de que la gran batalla a ganar es regresar a los grandes medios.
Al mismo tiempo que en el ecosistema España se fue aislando, satanizando y logrando el cordón sanitario contra el toreo, se blanqueaba aquello que lo iba sustituir en el pueblo. Esas otras cosas que tanto rédito dan y que son capaces de hacernos admitir que la tierra no era cierto que fuera redonda sino que vuelve a ser plana y será de nuevo redonda cuando le venga bien al negocio y a su política.
En este ecosistema aún hay brotes verdes de gentes dedicadas a comunicar sobre toros. A no olvidar toda esa cultura que hay encima de La Tauromaquia. A no olvidar su trabajo ecológico. Esta cuestión hace pensar que aún es posible que el toreo regrese a los medios y lo llevemos a la naturalidad habitual de cada día. Es posible aún que las próximas camadas puedan mamar su leche en un ecosistema en donde el toreo forma parte de lo habitual del pueblo. La cuestión es si la gente que vigila los restos del toreo y sus brotes verdes, están convencidos de que la gran batalla a ganar es regresar a los grandes medios. Regresar a la normalidad , volver a ser habitual.