Sin prensa rosa. Pero había morbo. El que tiene que haber, muy tapadito, cosa de dos que no se tratan y algo más: Morante y El Cid. En una plaza del norte y con una corrida de santacoloma, parecía que José Antonio concedía mucha ventaja a Manuel Jesús. En el año de gracia, el de Salteras contó con casi todo a favor (la estocada al sexto se cantó como un gol del Nihat ese en Anoeta) y cortó una oreja, mientras que el de la Puebla salía bajo mar de almohadillas después de haber hecho maravillas toreras en uno y nada en otro. Almohadillas como pago a maravilla. Cada cual se divierte quiere y nadie nace enseñado.
La corrida de Chafick se decantó favorable a El Cid, sin confabulación ni alevosía, pero si. El lote se lo llevó el de Salteras, los mejores de una mala corrida, o mejor, de una corrida a contraestilo del encaste pues no humilló nada, con algunos toros que exageraron este defecto (cuarto y quinto) no arreó en varas y tuvo el fondo escaso y escasa entrega. El tercero, poco picado, dio emoción y tuvo un buen pitón izquierdo, para exponer, pero lo tuvo. El sexto, un cárdeno astifino de mazorca más gruesa que sus hermanos, dejó estar mucho, sin clase, pero desplazándose. Ambos de El Cid. Lástima de corrida, seria, fina, llena, pero descastada.
Morante enlotó al menor con el mayor, al más terciado aunque muy astifino, con otro muy ofensivo y con más caja y peso. Lo buscó pronto Morante con el capote, meciéndose bien por el pitón izquierdo, mientras se tropezaba por el derecho, lo buscó y remató de una media suave. Replicó El Cid, pero no hubo guerra y pasamos a la que nadie daba un duro por Morante con un toro que llevó la cara a la altura del larguero y que apenas siguió la muleta dos trancos. Todo lo que hizo el de la Puebla fue caro, tan caro, que me atrevo a decir que lo más torero de la feria.
Asentado, sin prisas, provocó, suave a veces, atacando otras, las embestidas del toro, con un embroque de muletazo de privilegiado y, a pesar de que el toro se desentendía pronto y se abría por fuera con la cara por las nubes, fue capaz de buscarle siempre, siempre con naturalidad, con torería. Con la zurda llegó a prolongar una embestida que no existía, y cada remate, cada irse del toro, tuvo su propia historia. Mató de pinchazo y media estocada. Podremos ver muchas cosas buenas, puede que mucho mejores, pero serán distintas. Tiene cosas de Gallito este torero en remates, en las formas de andarle a los toros, en las maneras de irse de la cara…
Y tiene cosas de Rafael El Gallo: salió de quinto un toro muy serio, falto de raza y con la cara por las nubes y como fue tres veces al caballo (quitándose la tres el palo y sin emplearse nada) y llegó a irse al suelo, le acusaron de haberlo matado en el peto. Lo cierto es que la sangre no llegó ni a una pezuña del todo y que el toro, una vez caído, estaba a gusto. Para ser justos, Morante también lo estaba. Así que andándole, entre pitos e improperios, se lo quitó de en medio.
El Cid dejó sin picar a sus dos toros. Uno se movió mucho, con cierto carbón, el tercero. De menos a más en todo, en confianza, en trazo, las series fueron ganando eco en el público. Por el pitón derecho no humilló del todo el toro, pero hubo varios muletazos enganchados y mandados con los vuelos por el izquierdo, en los que el toro se desplazó largo y por abajo. Decisión en El Cid. Una faena que nunca perdió el interés de la grada, pero sin ver al torero confiado del todo. Toro nada fácil y faena en la que sobresale la actitud, pero mató mal. El sexto era un toro muy serio pero muy bien construido, al que lidió el torero con solvencia de capa. Metió la cara el toro por abajo, pero en la faena de muleta, siendo clara su embestida, no remató nunca por abajo.
Toro que dejó estar mucho porque tomaba la muleta y tenía recorrido y por los dos pitones lo toreó El Cid en los medios. No hubo esas tandas de otros días, con los vuelos de la muleta por abajo, porque el toro no lo admitía, por eso la faena tuvo ligazón, pero nunca profundidad. Otra vez tiró de actitud y decisión, de torero con vergüenza.. El público agradeció al torero la actitud justo después de que Finito tirase por la calle de en medio con un toro que embistió andando, con la cara por el cielo y sin pasar y tras la ausencia mencionada de Morante en el quinto. Una oreja paseó con honores de héroe. Mientras se despedía a los villanos a almohadillazo limpio. Finito por no fajarse del todo y pinchar mucho al deslucido primero y finiquitar en un plis plas al malo cuarto y a Morante porque…