Si la ciudad no va al campo, el mundo rural ha de visualizarse en la ciudad. Un Día de Reyes es buen día para prometer que este año es posible, cuando la pandemia lo permite, una gran cabalgata reivindicativa del mundo de la cultura y la tradición de las gentes que dan de comer a la ciudad, que trabajan sus campos, sus montes, que permiten que haya un crédito ecológico sostenible. La gente peor tratada social, económica y políticamente.
Imaginemos una cabalgata donde las gentes del toro fueran con sus picadores y caballos, mulillas y mulilleros, alguaciles, toreros, estudiantes de sus escuelas, aficionados, hombre y mujeres. Salir al lado de realas de perros, de cazadores de todo tipo, agricultores con sus tractores y aperos, los ganaderos con esas cosas llamadas vacas que dan leche y carne, los pastores con esas cosas llamadas ovejas, las piaras de cerdos, en fin, todo eso que de vez en cuando sale en la tele en las pelis de Disney.
Esas cosas y esos hombres y mujeres que tienen el estigma del campo, de lo rural. Eso que existe, que no se ve, pero que, metidos en la ciudad, todos juntos, en Madrid, visualizarían su magia escondida y maltratada. Esa gran manifestación no es sólo un derecho. Ya se ha convertido en nuestra obligación.