EL DARDO
JUAN SERRANO, por BAYONETO
Incluso en estas tardes abueyadas, zongolotinas y mastodónticas, Finito de Córdoba reivindica la armonía. La armonía es cuestión mayor en el toreo, es la antesala del ritmo, de la pausa, del compás…Armonía es buenos modales, naturalidad, mesura…Es el sastre en el que se viste la elegancia, probablemente la que tuvo Lagartijo, torero que en la época de Frascuelo, optó por las formas, apostó por la declamación y no por el grito.
Todo en Juan Serrano es armonía, todo menos un alias que suena a confitura, a sucedáneo. Es una lástima que los matadores no puedan cambiar su nombre artístico, elegido este en un arrebato comercial-novilleril. Juan no tiene nada de fino, ni siquiera de estilista…ni tampoco de artista…es todo eso y alguna cosa más: un torero más largo que los encastados en esa supuesta procedencia del arte.
El arte se sustenta en tres pilares: naturalidad, creatividad y diseño. Y el diseño no es otra cosa que una sustrato técnico imprescindible. Por eso Finito es la negación de la máxima que afirma la brevedad de los toreros de inspiración. Un tópico y una clasificación muy superada por el torero que mejor está expresando el toreo y delante de un número de toros cada vez mayor. Para eso se necesita el diseño en las formas de torear: una técnica honda, que no se ve porque nos llega casi siempre envuelta en la armonía. Eso es el toreo.