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DANIEL VENTURA
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Madrid (España).Fabricó abanicos. Expuso en Madrid, en México, en Parísy en Nueva York. Retrató a Niceto Alcalá-Zamora y pintó a Simón Bolívar como libertador por encargo del gobierno venezolano. Trabajó en Hollywood. Quiso ser torero pero vivió y triunfó como pintor. Es la vida azarosa y apasionante de Carlos Ruano Llopis, el hombre que ‘creó’ el cartel taurino tal y como conocemos. Hace 65 años que murió en México, queriendo volver a España.
Es verdad: Ruano Llopis no creó literalmente el cartel taurino. Antes de que él se decidiese a dedicar su talento de pintor a las estampas de toros, los festejos ya se habían anunciado con imágenes de Marcelino de Unceta o Emilio Porset, y por muchos pintores y cartelistas antes que ellos. Pero Ruano Llopis creó el canon, la ‘ortodoxia’ que, todavía hoy, sólo presenta algunas fisuras. Él definió los temas (o la mujer o las suertes), él plasmó el estilo, él pintó con la paleta de colores que había de ser y él ideó la estructura de los carteles. Todo esto, mientras pintaba también otras cosas, como un retrato de Niceto Alcalá-Zamoraque pende aún hoy en una de las paredes del Congreso de los Diputados.
Carlos Ruano Llopishabía querido ser torero. No llegó a serlo, pero logró meter el conocimiento y la pasión de aficionado en sus dibujos. Su técnica no era excelente, no lo fue nunca, pero en sus carteles había el entendimiento de la lidia y una luz mediterránea que los hizo señeros y atractivos. Abrió estudio en Madrid en 1930 y desde allí terminó de definir otra característica habitual del cartel taurino: el protagonismo de las figuras de la época. De Joselito y Belmonte a Manolete, todos fueron héroes y reclamos en algunas de sus más grandes obras en la cartelería taurina.
Expuso en Valencia, en Madrid, en Bilbao, en Marsella y en París, en 1930. Le publicaban las obras en revistas como El Ruedo, Nuevo Mundo, Blanco y Negro o La Esfera, y por ese estudio madrileño pasaron no sólo toreros, sino políticos, intelectuales y miembros de la alta sociedad. Ruano Llopis siguió a lo suyo y, en 1933, se fue a México. Le había invitado el semanario Toros y Deportes y le habían insistido Silvetiy Armillita. El ‘veneno’ del país azteca le picó fuerte, porque volvió en 1934 y ya no regresó a España. Quiso hacerlo, pero ya al final de su vida y cuando la enfermedad tenía todas las bazas para salirse con la suya.
Antes de que sintiese de nuevo la llamada de la tierra, Ruano Llopis vivió en sordina la Guerra Civil española, que supuso el práctico acabamiento del mundo que él había retratado en sus pinturas y carteles. Las cartas de los amigos le daban cumplida cuenta de lo que ocurría en el país, mientras él seguía recibiendo encargos de las Gráficas Ortega, para las que trabajó casi toda su vida. Dibujó, pintó y expuso su obra en Méxicoy Caracas, donde el Gobierno de Eleazar López Contreras le encargó un cuadro de Simón Bolívar, en registro Liberador.
De Caracas fue a Nueva York y a Filadelfia, donde su obra asombró al público norteamericano por la luminosidad y también, hay que decirlo, por el concepto de lo exótico que manejaban entonces. El caso es que fue haciéndose viejo en esta vida de artista internacional, pero le dio tiempo todavía a añadir un capítulo a la vida que había empezado en Orba, en 1878 y que acabaría en 1950, en México: trabajó en Hollywood. Él diseñó los carteles de ‘Sangre y arena’, la película de Mamoulian, protagonizada por Tyrone Power y Rita Hayworth. No se le atribuyeron entonces, pero ahí, en esa Biblia cinematográfica que es IMDB, está su nombre: Carlos Ruano Llopis, aunque lo hayan escrito ‘Lopis’.
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