Lo bueno del bocadillo torero que la Junta Administrativa de Vista Alegre preparó como tercera de las Corridas Generales, estuvo en la parte media, entre el pan. Pan con poca miga, porque de los toros de Alcurrucén sólo dos fueron claros en la muleta y los espadas anduvieron con la inspiración baja.
A Pablo Hermoso de Mendoza se le metió con calzador para comparecer en el festejo, resentido por la baja de David Fandila El Fandi. Con la doble inclusión de Juan Diego y el rejoneador estellés, se pretendía evitar la probable devolución de entradas. La medida resultó acertada y el refuerzo ecuestre, colocado entre el tercer y cuarto toros de lidia ordinaria, se llevó el gato al agua y las orejas de un noble toro de Murube.
La actuación número 1000 de Pablo Hermoso en el 14 aniversario de alternativa, ha sido una joya del toreo a caballo. Con cuatro de sus monturas, Mistral para clavar los reojes de castigo, Gayarre y Danubio contribuyendo a la colocación de banderillas largas y Cervantes a dejar las cortas y el rejón de muerte, confeccionó el jinete navarro una lidia medida, rítmica y precisa. Mejor, si no imposible, sí difícil de repetir. Al público le conmocionó el toreo templado de Hermoso, las batidas pegado a tablas, los quiebros y la forma en que arponeó dejándose llegar el toro a la altura del estribo. De entre sus cuadrúpedos colaboradores sacó Pablo al ruedo para que compartiera con él la última estruendosa ovación, a Gayarre, un castaño de fina estampa que, en cuestión de meses tendrá tanto carisma como Cagancho.
Eso sucedió en medio de una corrida que tuvo los toros de triunfo al principio y al final. El que abrió plaza cumplió en varas y se le arrancó a Ferrera como una exhalación en banderillas sorprendiéndole en la primera arrancada e incomodándole en las dos siguientes, así que los palitroques quedaron dispersados por la negra anatomía del burel. Por el pitón derecho tomó el trapo rojo con repetidora codicia pero Ferreraestá en una onda de baja frecuencia y no se acopló debidamente. El de Alcurrucén obedeció sus mandatos. Si la muleta iba baja, la perseguía por abajo. Si al iniciar el viaje el diestro la impulsaba hacia arriba, el toro levantaba la testa. De modo que el trasteo se vio rapidillo, animoso y desvaído en buena parte.
Soso, noble de poco brío fue el jugado de quinto. Ferrera cuajó un buen tercio rehiletero. Los dos primeros pares saliendo al encuentro del toro impulsándose a lo alto tras clavar, resultaron vibrantes y el tercero al quiebro espectacular. No así la faena de muleta. Desvaída al principio y, al poco encimista. No pedía el toro la proximidad de Ferrera en los cites ni el público acogió bien las constantes voces con que el diestro provocaba la arrancada. A un sector del respetable le molestó la persistencia voceadora del extremeño, así como la turbiedad de su trasteo y se metió con él.
Juan Diego queda al margen de críticas acervas. Entró en el cartel sustituyendo a un compañero herido y no tuvo suerte con los toros. El segundo embistió renuente, con la cara alta y pegando cabezazos. Diego siguió las instrucciones que le cursaron desde el callejón. Compuso fibroso, aguantó el tipo y dibujó un par de bellas trincherillas antes de matarlo de estocada honda. El saludo capotero a ese toro fue una degustación de la verónica. Tres y media de cierre que dejaron un aroma penetrante.
El sexto se escupió tres veces del caballo y fue un toro que las pocas veces que se arrancó tiró a puntear el trapo. Muy deslucido, no dio una mínima posibilidad de triunfo.
Sí se la ofertó, en bandeja, el séptimo a Antón Cortés. El diestro de Albacete más confiado que con el soso tercero, lo saludó a la verónica si comprometerse del todo en la embestida del toro. Buen aire pero sin asumir riesgos. El comportamiento del burel presagiaba cosas buenas. Ferrera quitó por chicuelinas de mano baja y aún encontró parroquianos en contra dispuesto a abuchearle. A cargo del toro Cortés, brindó faena, le cogió el punto a la embestida luego de dos primeras tandas probatorias y cuando subrayó pases por abajo, de trazo largo, allá se encaminó el ‘ Núñez‘ tras la muleta. Eso sucedió únicamente en dos series, una por cada pitón y después la faena se desflecó. Perdió el señuelo rojo, se embarulló a la hora de matar y perdió una ocasión de las que se rentabilizan.
Al final el que entró de telonero para acompañar y darle consistencia a un cartel que había perdido brillo, fue la estrella refulgente de la tarde.