Enhorabuena a la ganadera, doña María Luisa Paniagua, por la gran novillada que ha lidiado hoy en la plaza de toros de Vistalegre (Madrid). Realmente, ella ha sido la gran triunfadora del festejo, con un encierro bien presentado del que tan sólo desentonaron los dos últimos, que sobrepasaron con creces los pesos de sus hermanos de camada lidiados con anterioridad. La novillada ha tenido sus matices, como es normal, pero en general ha tenido las cualidades suficientes para facilitar el triunfo de los espadas.
Los dos primeros fueron los de más movilidad, codicia y recorrido, algo que tampoco les faltó al resto de los ejemplares, aunque sus embestidas fueron más dulces. El único que bajó en nota fue el lidiado en tercer lugar, seguramente por el fuerte golpe que se propinó contra uno de los burladeros. Pero, en conjunto, novillos con calidad, nobles hasta decir basta. Por ponerles alguna pega, les faltó fijeza y cuarto y quinto terminaron rajándose. Todos, con la excepción del tercero, fueron ovacionados en el arrastre.
En cuanto a los toreros, hay que decir en primer lugar que se trata de tres novilleros con escaso bagaje, algo que se dejó notar, en alguno más que en otro, cuando se enfrentaron a estas reses que ofrecían tantas posibilidades de lucimiento. Sólo uno de ellos consiguió cortar una oreja, pero pudo haber más de no fallar con los aceros, ya que el público de la plaza de Carabanchel es mucho más dadivoso y generoso que el de la otra plaza de Madrid aunque, claro, el palco estaba presidido por la misma persona que ayer propició el desorden público en la plaza de Las Ventas por no conceder un trofeo y tampoco nos atrevemos afirmar rotundamente que eso fuera a suceder.
Entrando ya en materia, el poco público que hoy asistió al Palacio de Vistalegre -algo que era de esperar en plena Feria de San Isidro y con la celebración nocturna de una nueva liga para el Real Madrid– seguramente iría dispuesto a ver a Alejandro Amaya, de quien hemos oído hablar muy bien, sobre todo, después de su actuación en el coso de Los Califas de Córdoba. No diremos que decepcionó, porque saludó muy bien a la verónica al que abrió plaza y consiguió buenos muletazos del cuarto, pero el primero, con las complicaciones lógicas de la bravura, le desbordó en algunos momentos, aunque nunca le hizo descomponerse y demostró que tiene valor.
Consiguió los momentos más destacados de la mañana y cortó la única oreja del festejo, en el cuarto, siendo ovacionado en su primero. Por cierto, éste le propinó una seria voltereta mediada la faena de muleta que, afortunadamente, quedó en un susto.
Tampoco pudo Jorge Arellano con el segundo, otro ejemplar que se embistió incansable y al que inició bien la faena doblándose por bajo. Después no acertó a cogerle la distancia y sufrió varios desarmes, alargando en exceso el trasteo, por lo que escuchó un aviso antes de entrar a matar. Obtuvo silencio. Recibió a su segundo con dos largas cambiadas y después le realizó un quite por gaoneras. En la muleta, el astado embistió alegre durante las primeras tandas, pero pronto comenzó a buscar las tablas, finalizando novillo y novillero en la misma puerta de toriles. Volvió a escuchar un aviso por alargarse y escuchó palmas.
El tercero, como ya les comentaba al inicio, se dio un fuerte golpe contra uno de los burladeros, rompiéndose la vaina de un pitón y escobillándose otro, por lo que quedó bastante mermado de facultades. Serafín Marín hizo una faena aseada y con algunos pasajes estimables, pero al conjunto le faltó emoción porque el novillo embestía casi al paso y no remataba el viaje. Al sexto, el de más peso y cuajo del encierro, lo recibió con verónicas a pies juntos muy quieto y comenzó la faena en el centro del ruedo con un pase cambiado por la espalda que vino seguido de una serie de estatuarios que animaron de nuevo al público. Después, aunque le costó acoplarse, logró una tanda templada con la derecha, en la que hubo algunos muletazos largos y de mano baja. A partir de ahí, Marín acortó distancias y ahogó un poco al
ovillo, que terminó rajándose. Lo que hizo muy bien fue matar al volapié, aunque la espada no tuviese una colocación perfecta. Después falló repetidas veces con el descabello, escuchando un aviso, y el premio se quedó en palmas.
En resumen, tres jóvenes espadas que habrá que ver en más ocasiones, dentro de un tiempo, cuando estén más toreados y puedan verse con más claridad sus cualidades.