La tarde fue de felicidad, de diversión, de orejas, de alguna faena importante, de cabreos temporales, de toros nobles y toreros templados. Conde, El Juli y Valverde salieron en hombros tras repartirse seis orejas. Y en cambio no hubo en los tendidos el clamor que suele acompañar a corridas tan triunfales. Y es que la tarde fue, además de exitosa, algo extraña. Esta es la historia de dos horas y media de espectáculo:
De entrada vimos dos buenas faenas, una apuntando a bella, y otra apuntando mucho a grande. La primera, de Javier Conde a un extraordinario toro de El Pilar al que el malagueño toreó cerradísimo en tablas debido al fuerte viento que soplaba. Al toro le dio igual, y embistió por dentro y por fuera, a favor y en contra de querencia, humillado, largo, abriéndose por fuera… para bordarlo. Y lo bordó Conde por momentos en una serie ligadísima en redondo, en varios pases de pecho rematados muy a la hombrera contraria, en un pase del desprecio, en algún natural cadencioso. Pero la verdad es que a la obra de Javier le faltó la rotundidad necesaria y le sobró mucho circular y algunas pausas. Conde no le formó al toro, ni de lejos, el alboroto que se esperaba de un torero en racha como él. El público siguió atento la faena, aplaudió, reconoció lo bueno, pero en ningún momento explotó. La gente, curiosamente, se calentó más pidiendo las orejas que durante la faena.
Las dos orejas concedidas al malagueño dieron paso al toreo más profundo, largo, templado, ligado y redondo de la tarde. Lo hizo El Juli ante un bravo animal que tomó aire tras una salida blanda, pero que atacó enfibrado a la muleta del madrileño. Julián cuajó varias series sencillamente extraordinarias en redondo, a veces de seis o siete y el de pecho. Al natural, más indefenso ante el viento y con el toro acostándose un punto, a El Juli le costó más imponer su ley, pero acabó dictándola sacando su tremendo fondo de valor. Importante faena de un importante torero que remató su labor con estocada entera y dos descabellos. Le dieron una oreja, y no comprendo –visto el listón como estaba –que no le pidieran con fuerza la segunda.
A partir de ese momento, la corrida dio un giro porque el tercero fue mal devuelto por el mal presidente, y el sobrero se estrelló y mató contra un burladero sin que se le pegara un solo capotazo. Todos esperábamos un nuevo sobrero, pero salió la tablilla anunciando el segundo del lote de Javier Conde. Se quedaba así el salmantino Javier Valverde sin la mitad de su feria, y el público se sintió defraudado por la empresa. En medio del desencanto general, Condetoreó con temple al cuarto, que tuvo son por el pitón derecho, pero la faena, por unas u otras cosas, no tomó vuelo.
Tampoco acabó de tomarlo la de El Juli al quinto, un toro al que Julián fue haciendo poco a poco, con el que también fue acoplándose poco a poco, y con el que –no sabemos por qué –el torero se fue a por la espada cuando faltaban aún veinte pases para poner a todos de acuerdo. Como no se los pegó, le protestaron la oreja.
Después, salió el sexto y todos apoyaron al damnificado torero local, que toreó lo mejor que pudo y supo a un colorao que era noble pero que estaba inválido. La fulminante estocada dio paso a dos orejas que olían a desagravio, y cuando todos pensábamos que la tarde se había acabado, por megafonía anunciaron que la empresa regalaba un segundo sobrero para Valverde, que por ello mató dos toros seguidos. El de Moisés Fraile blandeó mucho de salida, pero por su raza y clase se recuperó para gatear de manera excelente en el engaño de un templadísimo Valverde. Ahora sí, Javier completó una irreprochable faena, con series ligadísimas con ambas manos, muy limpias, de toreo pulseado y puro, de mano muy baja, y cuando se disponía a consumar la apoteosis, se lió a pinchar y se quedó sin otras dos orejas que ahora sí hubieran sido de total justicia.