La tarde transcurría por los caminos de la diversión. Los tres toreros habían puesto en pie al público en los tercios de banderillas que hasta ese momento estaban compartiendo. Era el segundo de la tarde y cuando Antonio Ferrera cogió la muleta, el toro le pegó cinco arrancadas seguidas con mucho genio. El torero se percató y quiso rebajárselo a base de obligarlo, y el astado se le paró en mitad de la suerte avisándolo. Ferrera volvió a insistir sobre la derecha y en la tercera serie el burel no le perdonó. La sangre manaba abundante. Dando muestras de la seriedad del percance, Ferrera se levantó y dejó que le ataran un corbatín a modo de torniquete, cuadró al toro y lo mató de una entera. Sus compañeros se lo llevaron a la enfermería mientras el toro rodó sin puntilla, y le fueron concedidas las dos orejas.
El Fandi cortó otras dos orejas al segundo de su lote, un toro noble y con calidad al que quizás le faltó más celo en sus embestidas. El granadino se lució con capote y banderillas y, ésta vez también con la muleta, mostrándose muy pausado en una labor basada en su mayoría por el lado derecho. A la hora de matar, lo hizo todo el torero logrando una gran estocada.
Con su primero, que se vencía mucho por el pitón derecho, El Fandi estuvo muy voluntarioso.
Luis Francisco Esplápudo torear con gusto al cuarto, un ejemplar noble pero escaso de fuerzas, malogrando el triunfo con la espada. A su primero, pecó de ahogarlo por ponerse muy encima de los pitones, y con el que mató por Ferrera anduvo porfión ante un toro parado y de poco recorrido.