Ginés Marín cortó la primera oreja de la feria
Ginés Marín pasea la oreja del quinto I MUNDOTORO
JOSÉ MIGUEL ARRUEGO > Madrid
Tuvo virtudes la desigual novillada de Daniel Ruiz, la nobleza por encima de todas, pero su falta de raza y finales restó intensidad a sus embestidas y por ende a las faenas de tres novilleros curtidos, que conocen el oficio y saben torear, pero cuya evidente superioridad fue un handicap a la hora de empatizar con un público escaso en numero pero docto en la materia, nutrido de aficionados y profesionales, que contemplaron con distancia en la mayoría de los casos el predominio de los espadas.
Fue Ginés Marín quien amalgamó más detalles y mejor estructuró sus faenas, quien con más solidez, claridad y calor llegó a la concurrencia y quien manejó con mayor tino los aceros. Por eso cortó la única oreja de la función. Álvaro Lorenzo destacó en sendas aperturas de faena mientras en Varea cotizaron los lances de recibo al tercero y un puñado de ayudados por alto a ese mismo ejemplar, que seguramente constituyeron, artísticamente hablando, los momentos más brillantes de un espectáculo que no acabó de resultar lucido.
Largo y bajo, cornidelantero y estrecho de sienes, el quinto fue el de mejores hechuras y posiblemente el de mas clase. Ginés Marín lo lanceó con expresión para luego evidenciar sitio, capacidad y rodaje en el último tercio. Hubo más improvisación y originalidad en una primera parte de reminiscencias talavantistas, con arrucinas y cambios de mano inverosímiles en los remates, y un final en la corta distancia en el que mostró su superioridad y trató de mantener el diapasón de la faena pese a la pérdida de fuelle del astado. Cobró una estocada en lo alto y paseó la única oreja de la tarde.
Ya antes se le vio sobrado, quizá demasiado, frente al segundo, astado más despegado del suelo, zancudito y con la cara para delante, que tuvo nobleza y prontitud en las telas pero le faltó empuje, y por eso su asentado quite por gaoneras, varias series de encajado trazo y sus pases de pecho barriendo el lomo del animal no terminaron de tener respuesta en el tendido. Pese a todo, hubiera cortado otro trofeo de haber manejado con pericia el descabello.
Tuvo nervio el primero de la suelta, un colorado corto de manos y agradable por delante al que Álvaro Lorenzo bordó un quite con el capote a la espalda. El inicio de faena tuvo enjundia, tanto la manera de sacarse al toro al tercio como la primera serie con la derecha, pero luego el temperamento del animal no le dejó terminar de estar a gusto al toledano, que incluso sufrió una voltereta cuando probaba al astado por el lado zurdo, y la faena no acabó con la brillantez inicial.
Al cuarto, más lavado de cara, le volvió a principiar faena de modo brillante, ganando terreno en muletazos con la pierna flexionada, y luego consiguió, especialmente al natural, un par de series de trazo despacioso, esperando a que el animal metiera la cara en el engaño para correr la mano con largura. Se vino un tanto abajo el animal -y la faena- las postrimerías, y por eso Lorenzo concluyó en terrenos de cercanías. Pero necesitó de cuatro agresiones con el acero. Y ‘voló’ la oreja.
Muy reunido el tercero, más hondo. Varea jugó los brazos con cadencia a la verónica y desperdigó torería en varios pasajes de la faena; por ejemplo en los ayudados por alto de inicio o en los remates de las series que el de La Plana tuvo que espaciar para que el novillo se oxigenara, defecto que impidió que su labor adquiera continuidad. Tampoco anduvo fino con los aceros. Cerró plaza el novillo mas chico y también el de peor nota, pues tendió a protestar y defenderse al final de cada muletazo. Faenó con oficio Varea en una labor sin brillo.
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