Existen en el mundo los genios, como Goya, que nos dejó documentos en los que, gracias a ellos, descubrimos suertes de la tauromaquia que hoy en día nos parecerían impensables, como la monta de toros por un valiente llamado Mariano Ceballos, alias El Indio, muestras de las mojigangas, los árabes “matatoros”, el salto de la garrocha y unas cuantas joyas taurinas más de valor incalculable. Por otra parte, están los tontos, los que lo parecen y no lo son y los que van tan de listos que se pasan y se convierten en tontos de remate. Y a estos los tenemos que aguantar porque siempre hay gente interesada en mantenerlos y, utilizarlos en su momento oportuno. Esta gente es aficionada de cortita cultura taurina que lo que no les gusta lo critican solo porque su escaso taurinismo y la falta de interés en documentarse les hace atacar a su propio sector con desagradable ensañamiento.
Existen los genios como Goya y, por otra parte, están los tontos, los que lo parecen y no lo son y los que van tan de listos que se pasan y se convierten en tontos de remate.
Volviendo al tonto, según la red, el tonto es un individuo con poca inteligencia, razón o con conducta poca oportuna, la palabra tonto es un adjetivo en sentido despectivo o peyorativo ya que hace referencia a una persona con escasa inteligencia, con poca comprensión lo que puede generar en algunas ocasiones rechazo por parte de la sociedad. Y lo define a la perfección en lo que respecta a la situación que destacada en esta ocasión: Conducta poco oportuna. Tonto tiene además otras muchas definiciones como idiota, bobo, necio, estúpido, imbécil, inepto, simple, pazguato, burro, tarado, abobado, alelado, achaflanado, memo, ignorante, y seguro que se os ocurren muchas más dentro del extenso vocabulario español y latino.
Esta semana hemos visto como surgían tontos, sobre todo de teclado y sillón, de debajo de las setas, y oportunísimamente han florecido ciertos Pseudo informadores, seguramente haciendo de correveidiles de otros.
Pues resulta que esta semana hemos visto como surgían tontos, sobre todo de teclado y sillón, de debajo de las setas, y oportunísimamente han florecido ciertos Pseudo informadores, porque no me merecen el llamarlos periodistas, atacando sin piedad a los recortadores, esos valientes que se enfrentan a toros de verdad a cuerpo limpio y que se pasan los cuernos afilados como agujas a pocos centímetros de su cuerpo, o cuello, porque uno de ellos realizó una suerte de las cientos, o tal vez miles, de las que dispone el rico repertorio de las fiestas populares. Y que si me pongo a enumerarlas ocuparíamos varias páginas en explicarlas todas una a una. Por suerte, ya no se mantiene la del despeñamiento de toros, si no, nos freían todos estos metomentodos.
Los recortadores son valientes que se enfrentan a toros de verdad a cuerpo limpio y, se pasan los cuernos afilados como agujas a pocos centímetros de su cuerpo, o de su cuello.
La información vilmente manipulada, como podría haber sido este caso, es dañina si a quien se le ataca no tiene la oportunidad de defenderse, pero como han tocado con la debilidad de millones de españoles aficionados al festejo popular, muchos más del doble, el triple, o más, de los que van a ver toreros y toros a la plaza, pues en esta ocasión han pinchado en hueso, porque el toreo nació del pueblo, y no se olviden estos que pertenece al pueblo.
Hay cientos o miles de distintas suertes en el repertorio de las fiestas populares. Y que si me pongo a enumerarlas ocuparíamos varias páginas en explicarlas todas una a una.
Por eso y por mucho más, en este artículo no van a tener un ápice de protagonismo los correveidiles, o “negros”, que han escrito lo que sus mandamases les han ordenado, o su cortita cultura taurina les hace ser atrevidos porque pertenecen a la famosa república de los toontos. Y la lo decimos muchas veces, el mayor enemigo taurino está dentro del sector. Y detrás podríamos hasta ver conspiraciones paranoicas de entidades animalistas y antitaurinas subvencionadas por gobiernos y empresa interesadas en aprovechar la ocasión para atacar a la tauromaquia popular. Pero estoy seguro de que no se encuentran ni en comunidades lejanas, ni en barrios cercanos, sino más bien en el filo de un precipicio agarrándose a un clavo ardiendo para seguir alimentando sus egos personales.
Detrás de esta campaña de desprestigio a los recortadores podríamos ver conspiraciones paranoicas de entidades animalistas y antitaurinas subvencionadas por gobiernos y empresa interesadas en aprovechar la ocasión para atacar a la tauromaquia popular, hasta des-informadores que se agarran a un clavo ardiendo para seguir alimentando sus egos personales.
No seré yo, conocedor extenso, no profundo, del festejo popular español, y del internacional, quien critique una sola suerte del festejo tradicional que quiera mantener un pueblo. Ya que esa suerte, sea cual sea, es patrimonio de su cultura y solo les pertenece a ellos, aunque otros podrán copiarla y hacerla donde les plazca, siempre y cuando lo permitan la legislación vigente. Mientras, podrá ser alegal o no, pero si será legal.
Admiro y defiendo a muerte el Toro de la Vega de Tordesillas, el Toro Jubilo de Medinaceli, el toro embolado a fuego, el toro en cuerda, el Toro y el Cóndor de Perú, el rodeo o las Corralejas de Colombia, por decir algunas de las más entredichas y criticadas.
Admiro y defiendo a muerte el Toro de la Vega de Tordesillas, el Toro Jubilo de Medinaceli, el toro embolado a fuego, el toro en cuerda, el Toro y el Cóndor de Perú, el rodeo o las Corralejas de Colombia, por decir algunas de las más entredichas y criticadas. Todas ellas, suertes que se merecen mi respeto y admiración por la capacidad que tuvo el hombre de burlar de una y mil maneras distintas las embestida de un toro bravo y astifino. Esa palabra tan puntiaguda que algunos de esos pseudo informadores evitan poner cuando hacen sus crónicas pactadas. Y es que lo de los sobres es más antiguo que el Tato, y ya digo yo que no los inventó ni el Bárcenas ni el misterioso M. Rajoy.
Tampoco seré yo quien critique a un valiente, me agrade o no lo que realice, que es capaz de dominar, sea de la forma que sea, a un torazo de Madrid con dos leños astifinos. Que al fin y al cabo era de lo que se trataba la tauromaquia desde hace cientos de años, de cansar al animal para después matarlo de la forma que fuera, incluso despeñándolos, o desjarretando sus tendones, esa suerte antigua de la lidia ordinaria, con la media luna, para después darle muerte con una puntilla, lanza o espada.