No hay duda: el mejor debut de la tarde fue el de Iván García– en la imagen-. No fue malo tampoco el de Ortega Cano como ganadero porque resultaron interesantes algunos novillos de Yerbabuena del lote que el torero presentó en la Maestranza. Fueron dos debuts interesantes: el de Iván por demostrar que tiene proyección de futuro; el de Ortega, porque tiene mimbres con los que trabajar, sobre todo para insistir en esa movilidad que tuvo casi toda la novillada y para perfilar mejor la forma de embestir, pues faltó clase.
Pero hablemos de Iván, de su determinación, de su asentamiento, de su temple y soltura de brazos y de su buen aire al manejar su amplio capote; de su eficacia banderillera, y de su buen sentido del temple y admirable estética en el manejo de la muleta. Esto último se pudo apreciar sobre todo en el primero de su lote, el novillo de más calidad de la tarde que por desgracia se agotó, duró muy poco. Por eso no pudimos seguir viendo torear con tan buen gusto a este rubio madrileño.
Lo vimos más tarde con el capote: qué bien cuajó al sexto, cargando la suerte y templando mucho, primero con una rodilla en tierra y luego estirado aunque muy natural siempre. Y qué pena también que el novillo no fuera claro y que se viniera abajo en la muleta, con lo bien que habían quedado planteadas las cosas después de un tercio de banderillas que un presidente con prisas no le dejó completar con un cuarto par. De cualquier modo, inmejorable impresión en su presentación en Sevilla la de este Iván que en Sevilla dio un toque de atención.
Al otro madrileño del cartel, Julio Pedro Saavedra, casi no se le pudo ver. Un lote deslucido y con poca entrega apenas le dejó desarrollar aunque tampoco adivinamos en sus formas nada especial. Su primero fue un sobrero de la línea de Pedraja que no humilló y el cuarto resultó deslucido y molesto, pasándose el torero aquí de insistencia, por lo que oyó dos avisos.
El sevillano del cartel, Enrique Peña, dio una de cal y otra de arena. La cal fueron las tremendas ganas demostradas y la pura imagen novilleril que dio en su primero: cuatro largas cambiadas, entrega muletera con un novillo que rebrincado que luego mejoró, sobre todo cuando el torero le bajó la mano. Una buena imagen que emborronó al no acoplarse con la enrazada embestida del quinto. Mucho le enganchó la muleta este novillo de gran movilidad y menos clase, que fue materia apta para un triunfo que Enrique no logró.
FOTOGRAFÍA: MAURICE BERHO.