Triunfal regreso de Joselitoa Quito. El madrileño se encontró con un toro a la medida de su toreo y, aunque molestado por el viento que sopló en la capital de Ecuador, recordó lo bello y preceptivo de la tauromaquia. Joselito dejó un saludo capotero sedoso, verónicas de cadencia insuperable rematadas con una media torerísima. Brindó la faena a sus compañeros: El Juli, Padilla,ya repuesto de sus lesiones y el novillero Leandro Marcos.
Joselito tuvo una apertura de faena de gran realce, probando la embestida del toro con despaciosidad y adecuándolo al temple impreso por su muleta. A partir de ahí hilvanó tres por el derecho y dos al natural, templadas y ligadas, sin dejarse enganchar el trapo y rematándolas con unos soberbios pases de pecho. En la última serie prescindió del estoque simulado e intercambió el toreo al natural con ambas manos. Toda la faena de Joselito estuvo marcada por la espaciosidad y la torería. Dejó el toro ensartado por un monumental volapié sin descabello. Pidió las orejas y la presidencia, esta vez, no pudo objeción alguna. Ipso Facto otorgó los trofeos. Ante el cuarto, obtuvo una porfía inexistente de Joselito para sacar muletazos del cuarto, un toro muerto de salida. Alma en pena decorando el ruedo. Recogió una ovación de reconocimiento.
El Juli felicitó a Joselito al devolverle la montera y el gesto del de Velilla de San Antonio irradiaba alegría y deseos de superar lo presenciado.
Recibió a su toro con verónicas a pies juntos, hilvanando lances suaves, tamizados de templanza y meciendo la embestida del veleto toro a ras de suelo. Lo dejó crudo en varas, quizá para aprovechar la movilidad en el tercio de banderillas y lucirse como lo hizo con tres soberbios pares levantándose por encima de los dos buídos pitones de su enemigo.
El inicio de faena fue poderoso, los doblones por bajo ya entusiasmaron al público. Abrió el toro a los medios pero el viento soplaba huracanado y hubo de cerrarlo en la contraquerencia. A renglón seguido, cuajó dos tandas vibrantes por el pitón derecho. Al concluir la segunda con el pase de pecho en una revuelta rápida, el toro le golpeó en la rodilla derecha, abriéndole un siete en la taleguilla. Le hizo el quite Joselito e, incorporado El Juli, volvió a la cara a torear como si tal cosa. Las tandas siguientes estuvieron pautadas por la emoción y preñadas de intensidad. Transmitió la embestida del toro y sorprendió la valentía y sabiduría del torero. Quiso rematar de rodillas pero el animal huyó rajado. Una vez en tablas, Julián lo mató de estocada desprendida.
Ante el quinto, escaso de fuerza, El Juli obtuvo muletazos por el pitón derecho de mucho mérito pero sin lograr entusiasmar al público. Lo mejor de esa línea se situó en el toreo de capa y media estocada en todo lo alto después de un pinchazo en la parte última del trasteo.
Guillermo Albán trató de situarse al mismo nivel que sus compañeros y recibió con una larga cambiada de rodillas a su enemigo. En ese tercio se pudo comprobar que el toro de Huagrahuasi embestía indolente, sin fuerza, sin ganas.
Albán superó esas carencias toreando de rodillas pero el animal se paró del todo. Pareció de cartón piedra y fue imposible sacarle pases. Amenizó con desplantes y mató de soberbio volapié y cortó una oreja. Ante el sexto, eligió mal los terrenos pegado a toriles donde el toro se defendió y no encontró forma de acoplarse. Nublado de ideas, lo único destacado fue su actuación con la espada.