Programar una función taurina a las ocho de la tarde en la zona norte es abocar al público a presenciarla en el claroscuro, donde se funden el día y la noche. Francamente, quitarle luz al espectáculo es restarle brillantez. El horario venía impuesto por el respeto debido a los abonados. Hoy era día laborable en Pamplona y había que darle un margen a la clientela trabajadora para que dejara el tajo y bien en coche o a pie llegara por el atajo a la plaza de toros. A la hora prevista se congregaron en los tendidos no todos los que son, faltaron las bullangueras peñas pamplonicas y quizás por eso, porque se vivió la corrida sin estruendos ni algarabías musicales la tarde discurrió fría, fría. De poco sirvió que Matías Tejela configurara una lidia variada, eficaz y vistosa al primer novillo, o que Salvador Vega, sagaz e inteligente, se luciera toreando al bravo segundo. Más aún, que David Galán, corajudo y tesonero, le diera fiesta al tercero. La respuesta popular fue siempre un silencio gélido, que dejaba perplejos a los novilleros.
Tejela cuajó una faena solvente al primero de la tarde, bueno por el pitón derecho y protestón cuando la muleta le citaba al natural. Circulares de espadas, pases cambiados siguieron a tres tandas con la mano diestra, que tuvieron sabor torería y gusto refinado. Lamentablemente, media estocada perpendicular y tres golpes de descabellos mandaron las orejas al garete. El alcalaíno porfió muletazos al cuarto novillo, un animal que salió muy levantado de toriles, propinó un tumbo mayúsculo al picador y después se paró en actitud de no haber rotor un plato. Le costó a Matías encelarlo y la carencia de viveza del novillo le obligaron a porfiar muletazos en la distancia corta, pasándoselo por el haz y el envés de su cuerpo. La estocada, cobrada en los medios echándose sin titubeo alguno, puso en su mano la oreja.
Salvador Vegapodría haber cobrado una … quién sabe sí más de haber matado bien al segundo, un novillo bueno en todos los tercios, gacho de pitones pero embestidor incansable. El malagueño se lució en un vistoso saludos capotero, en un posterior galleo al caballo y metido en el fragor de la faena plasmó dos series con la mano derecha, de espléndida factura. Repentizó pases cambiados por la espalda, ensayó el tres en uno y todo le salió bien. Mas, al entusiasmo con que se vivió la faena vino a ponerle sordina a una serie de pinchazos antes de conseguir la estocada definitiva.
No remató las acometidas el quinto, que tiró a topar, deshumillado y sin fijeza. Presentó un tejido de complicaciones que Vega desmelló con soltura, muy solvente. No dio lugar al toreo de embeleso, a nada que tuviera que ver con una interpretación recamada del arte de torear. Se trataba de mostrar probidad profesional y Salvador Vegaasí lo hizo, pero pinchaúvas de nuevo se perdió en un mar de desatino con los aceros.
El tercer novillo no sacó la calidad de los dos primeros. Se dejó por el lado derecho y cabeceó por el pitón izquierdo. Galán basó la faena en el toreo efectista, prodigándose en desplantes de rodillas y muletazos ardorosos. Valentón, intentó suertes varias y dando unas manoletinas al finalizar la faena, el novillo le agujereó la taleguilla a la altura del glúteo izquierdo, felizmente sin llegar a calarlo. Derecho como una vela agarró la estocada al tercer intento y, como sus compañeros, perdió la oreja en el trance de la suerte suprema. Torero con recursos y oficios, le hizo al sexto una faena larga, entusiasta, resuelta con decisión, consiguiendo que el público se animara y el ambiente cambiara la temperatura fría por otra más cálida. Plasmó dos series con la mano diestra de muleta a la rastra y se tiró a matar a cuerpo limpio despojado del engaño. Dejándose topar por el novillo, al que liquidó de media atravesada y varios descabellos. Tejela, Vegay Galán son novilleros pero se preparan para matadores y en ese viaje necesitan llevar en las alforjas bien aprendida la suerte suprema.