Parece que el final de la temporada en la Maestranza quiso aglutinar casi todo lo que encierra este extraño mundo del toreo. A El Cid le partió el muslo un peligroso toro de Matelillla que ya antes le había rozado varias veces la taleguilla con unos pitones que olían a cloroformo. Pero el diestro de Salteras, que está en racha y lo ve claro, arriesgó en una faena de valor sordo que acabó con un derrote seco y certero que lo mandó al hule.
Antes del percance, otra cara de la Fiesta se había vivido en el ruedo. Miguel Abellán había completado una impecable faena al altón y serio segundo de la tarde, que rompió a bueno porque el madrileño le cogió la distancia, la media distancia, y lo llevó empapado y largo, con la muleta muy planchada y los pies muy enterrados en el albero. Abellán desengañó al toro, acabó toreándolo al ralentí, sin apenas enganchones, con varias tandas en redondo magníficas y una postrera al natural extraordinaria. Un circular y medio final y un bonito molinete ayudado a dos manos dejaron el toro preparado para la muerte, pero Abellán pinchó tres veces y perdió una oreja que olía a dos de farolillos. Igual de firme se mostró con el quinto, un zambombo gordo y bajo que se movió poco porque le sobraban cien kilos. La faena, ante enemigo tan apagado, careció de emoción, y tampoco hubo forma de calentar motores en el sexto. El público, ya algo aburrido, no rompió al ver la embestida sosa y a media altura del colorao sexto, pavoroso de cornamenta y ayuno de raza y entrega.
Por su parte, Dávila Miura no pudo brillar con el primero de la tarde, bien hecho, mirón y muy problemático. Eduardo estuvo dispuesto y lo mató fenomenal. El cuarto, noblote por el lado derecho, careció de motor, y aquí Dávila debió haber estado menos encimista y más templado. Así el toro se hubiese rebrincado menos y hubiera durado un poquito más.
La corrida, aparte de la cornada y el éxito no consumado, tuvo un tercer matiz. Se despedía Rafael Torres, torero de los buenos y persona de las que se adoran. Sonó la música para él en banderillas, bregó con el capote suelto y pequeño de los que sólo saben torear con las muñecas, sus hijos le cortaron la coleta y se despidió de Sevilla dando una vuelta al ruedo final que le aplaudimos todos. Enhorabuena maestro, y suerte.