Viva Morante, viva Sevilla, viva el toreo bueno, viva el arte, el sabor, el aroma. Viva y viva y lo decimos desde el tendido 7 de Las Ventas, a todo pulmón. Hoy no se dice ‘¿a quién defiende la autoridááá?’, que hoy se grita ‘¡viva Sevilla y la calidáááá´!’. El Pirulí es La Giralda, el Atleti es el Betis y el Madrid el Sevilla, el Victoria es el Colón, el Teatro Real es el de la Maestranza, el Manzanares es el Guadalquivir, ya quisiéramos, Victorino es Juan Pedro, la crónica la tenía que escribir Acevedo, Madrid es Sevilla aunque el toro de Madrid siga siendo el de Madrid y no el de Sevilla. Morante estuvo cumbre. Cumbre. Y pudo salir en hombros por la puerta grande. Y pudo reventar la Feria de San Isidro
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El sevillano encandiló en ambos toros. En su primero, un animal flojo, que manseó pero que sacó nobleza y calidad, ya le pegó una media de vértigo. Y fue coger la muleta y verlo, a los artistas se le ven y a Morante se le vio; y fue una delicia verlo cómo entendía al toro, sin agobios, despacito, dando tres o cuatro series de mucha calidad, pero mucha mucha, el toro la tenía, los toros tienen calidad para los toreros de calidad, pero se fue rajando poco a poco y al final aprovechó más la inercia del toro que la propia embestida en sí. Lo mató de un estoconazo. Una faena exquisita, para públicos exquisitos, conocedores. Y, curiosamente, gustó en Madrid. En toda la plaza, se entiende.
Y en el sexto… Un sobrero de la otra línea ganadera de la casa. Una faena que comenzó el torero acompañando con gracia y salero la embestida del toro. Volvió a entender al toro y le sacó series de muchísima clase, rematadas con muchísmo arte, que gustaron muchísimo. Todo fue mucho en Morante. Mucha entrega, mucho arte, mucha torería, mucho garbo. La pena fue que el toro protestó por el izquierdo y por ahí Morante sólo pudo darlos de uno en uno, pero, claro, uno de Morante es como cien de otros. Y la puerta grande estaba abierta y entró a matar recibiendo y pinchó. Y otra vez. Y otra… Y qué más da, ahí queda la obra y una manzanilla para celebrarlo, jefe.
El caso es que la corrida fue buena para los toreros. Lo que no siempre quiere decir que fuera buena para el público. Pero la corrida, exceptuando el lote de Curro Vázquez, fue mansa, sí pero se movió con nobleza en las muletas. Ya decimos que el lote de Curro no. El primero fue demasiado flojo y acudió rebrincado a la muleta del maestro, qué delgado está, qué afición tiene. El manso se fue a terrenos del 6 y allí se fue el maestro también, molestado por el aire, y poco pudo hacer.
Al igual que en su segundo, que se paró tras recibir un duro castigo en varas. Lo de Curro Vázquez fue estar sin poder ser, ser sin poder estar, sin material que se dice, sin nada que alabarle o reprocharle, sólo la alegría de verlo tan juncal.
Vicente Barrera tuvo a un primero que también fue mansito pero que se movió con nobleza y calidad en la muleta, aunque tardeó. Más tardeó Barrera, que no acabó de entender al toro hasta que le echó la muleta al hocico con la izquierda y surgió la serie buena. Más ya era demasiado tarde. El quinto fue un toro soso, con el que Barrera no llegó a conectar con los tendidos.
FOTOGRAFÍA: MAURICE BERHO.