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Es la deEl Juli.Tiene en las muñecas, en las piernas y en las cicatrices el testimonio de una década de comandatura en la élite del toro, pero sigue empeñado en fijarse horizontes. No le valen los que marca la convención. Tienen que ser los suyos propios: lejanos y difíciles, pero nítidos; los que más plenamente se disfrutan antes de crear (hay que crearlos, de hecho, porque no existen) uno nuevo. Salió a pie de Valencia, donde se había ganado el derecho a salir en hombros. ¿Por qué? Ensayo, pero seguramente porque no había alcanzado plenamente su horizonte: dos orejas no le eran suficientes. Era lo máximo que le había permitido cortar una corrida mansa hasta la extenuación deDomingo Hernández; era el balance que le hacía triunfador del mano a mano conJosé María Manzanares,que cortó una. Era todo eso, pero no era suficiente para saciar su sed.
Es la sed, esa sed, la que le puso a portagayola para abrir una tarde que tenía vitola y trazas de «evento» (como diceCasas)grande. Recibió a un toro de nombre «Pedrusco» que marcó querencia mucho y siempre. El Juli lo tocó fuerte y en los hocicos para que no se marchase al refugio y no sólo lo consiguió, sino que le robó dos tandas sobre la mano izquierda, hechas de muletazos rotundos como cuevas. Por el derecho se desgranaron también algunos muletazos grandes, pero más aislados. Se volcó en la estocada y cortó una oreja. ¿Calma eso la sed? La de muchos; no la de El Juli.Por eso, brindó al público el tercero, menos manso pero desclasadísimo, y se esforzó en honrar su brindis, con una faena de fibra intelectual y mando físico, que la condición del toro, tornado pronto en reservón y defensivo, abortó prematuramente. Por supuesto, seguía quemándole la garganta.
En el quinto turno salió por toriles un toro protestón por manso. El Julihizo con él quizás lo más valioso de la tarde, que no tiene que ver con lo lucido o lo jaleado: logró profundidad y temple con un descastado ‘Lechuguero’. Antes de que se rajase, en muletazos templados sobre el derecho y larguísimos por el izquierdo; y también después, avenido a torear en tablas y decidido a seguir excavando un pozo con la embestida menguante del toro. Lo hizo y si no hubiese habido pinchazo después de la estocada, habría cortado dos. Pero lo hubo y se le dio una; que era importante y al mismo tiempo daba igual. Seguro que me entienden.
José María Manzanares es otro torero de sed insaciable, pero no todas las tardes coincide todo con todo. Se las vio en primer lugar con un sobrero de Garcigrande(el titular fue devuelto por descoordinación) que no fue bravo ni fuerte, pero sí noble y repetidor. El alicantino lo toreó con ligazón y belleza antes de saludar una ovación. Cortó una oreja del cuarto: larga, esforzada, limpia. No era fácil, por la embestida sucia de gañafones del toro, pero lo logró y su logro fue premiado. El sexto fue otro manso sin paliativos yManzanares sólo pudo, con él, sentir cómo crecía en él la sed de mañana, con la sed insatisfecha de hoy.
Plaza de toros de Valencia. Casi lleno. Toros de Domingo Hernández y Garcigrande (2º bis) y 4º, mansos en líneas generales. El Juli, oreja, silencio y oreja; José María Manzanares, ovación, oreja y silencio. Al finalizar el paseíllo se ha guardó un minuto de silencio en memoria de las 78 víctimas del accidente ferroviario ocurrido el pasado miércoles en Santiago de Compostela.
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