No, no es una errata. Es a propósito: la suerte de veras. Como si se tratase de un pie de foto a los que nos tiene -o nos tenía- acostumbrados Maurice Berho. Nada que atribuir a los otrora duendes de imprenta, hoy reconvertidos en diablillos del servidor. En esto del ‘interné’, si hay errores, la culpa es del servidor, seguro, pero no de servidor, que es diferente, aunque alguno habrá, no sé si me explico. Una cosa es el servidor y otra es servidor. En fin, dejémoslo, que acabaré loco con este lío y cualquier día se me cruza un cable y decido no escribir la crónica.
La suerte de varas de verdad. Y con ella, el público rompió a aplaudir más que nunca en la feria, se levantó de sus asientos, se emocionó, vibró y se volvió a enamorar de la fiesta. En ese momento no hubo voces de grulla, ni insultos, ni palmadas, ni contestaciones, ni nada. Hubo unanimidad. Gracias a una suerte de varas de verdad.
A ver, tú: ¿Qué se necesita para una suerte de varas bien hecha?
– Pues… ¿un toro?
-Bien. Había un toro. El cuarto.
-Esto… ¿un picador?
-Habíalo. Y de los buenos. Anderson Murillo. Más.
-Pues… un caballo, supongo.
-Aunque parezca extraño, también lo había. Y respondió con soltura y ligereza a las órdenes de su jinete. ¿Qué más hace falta?
-A ver… ¿una puya?
-Sí, hijo. Y un castoreño y una silla de montar y un ruedo… Un matador dispuesto a lucir al toro, hombre. Luis Francisco Esplá. Con esos ingredientes, la cosa salió a pedir de boca. Recordémosla:
Salió el cuarto toro, con un trapío indiscutible, como toda la corrida. Esplá, como siempre, quiso lucirlo en el caballo y lo dejó largo. Y el picador, moviendo el caballo hacia delante y hacia atrás -no dando vueltas- lo enceló, lo llamó, el toro acudió y la puya cayó en el lugar exacto. Ovaciones. Y otra vez el toro de lejos y el picador que apoya el regatón en el ruedo, así le llama la atención y el toro fijo y la voz grave y el toro se arranca y otra vez el toro con alegría y la puya en su sitio y todo es felicidad y viva Colombia y viva España, que de ambas nacionalidades es este Anderson Murillo.
El toro, que salió suelto del peto, ojo, desarrolló ese peligro que si se quiere, da la casta y Luis Francisco Esplá puso banderillas, el segundo par fue extraordinario. Ya con la muleta, quiso seguir haciéndolo todo bien; en un natural, el toro le prendió aparatosamente -a la izquierda- , aquello parecía cornada grave, Esplá ni se miró y se enfadó con el toro, éste siguió buscando presa tras cada muletazo y había emoción, había peligro y había un torero que se la jugó y que nos puso los pelos de punta. No quiso el presidente darle la oreja que todo el mundo pidió.
La vuelta al ruedo de Esplá, compartida con Anderson Murillo, tuvo más emoción que doce corridas seguidas de este pestiño de feria.
Y hubo más. Hubo de todo. Como si fuéramos el Barquero, el de antes, no el gran Barquerito, que más que Barquerito tenía que apodarse Barquerazo, hagamos la siguiente reseña.
Primer toro: ovacionado de salida. Empuja con la cara abajo. Pepillo de Málaga se luce. Esplá se luce también en banderillas, sobre todo en el tercer par. Sufre un susto toreando al natural, el toro es correoso y se revuelve. La faena es de maestro, series cortas y sin comprometerse. El viento molesta, hay emoción.
Segundo toro: empuja, los puyazos caen traseros. Repite, encastado, pero haciendo hilo. Caballero -a la derecha- no se siente cómodo, también le molesta el viento. El toro no acaba de humillar y desvía su embestida hacia la sosería.
Tercer toro: hace surcos con el hocico en las buenas verónica de Uceda Leal. Canta la gallina en el caballo, pero tiene buen tranco y humilla en la muleta. Uceda le saca muletazos de gran calidad -abajo, a la izquierda-, aunque al poco el toro se raja descaradamente. Lo mata mal.
Cuarto toro: ya comentado. Emoción en el caballo, se arranca aunque sale suelto. Saca peligro, sabe lo que se deja atrás, se revuelve, trae aperreado a Esplá, que solventa con maestría la situación.
Quinto toro: empuja en el peto. Se luce Carretero en la brega. En la muleta se mete, corta y tira un derrote. Caballero no se confía en absoluto.
Sexto toro: empuja, pero le cuesta arrancarse. Chano Briceño quiere hacer las cosas bien. Espera en banderillas y se aquerencia en tablas. Manso, el peor de la corrida, Uceda no puede hacerle mucho.
Y sin embargo, la gente disfrutó. Porque siempre hubo tensión, porque aquello olía a hule, porque a los toreros se les valoró todo lo que hicieron, porque la corrida impresionó de salida, porque peleó con bravura en los caballos. Porque hubo emoción.
FOTOGRAFÍA: MAURICE BERHO.