LAS GESTAS DE UN AÑO EJEMPLAR
La actitud de El Juli, fuera y dentro de la plaza, ha sido la de una máxima figura que demuestra día a día y paso a paso su liderazgo. Sin faltar a ninguna feria, llevando más gente que nadie, cobrando como ninguno y triunfando de forma rotunda casi siempre, Julián López es el principal objeto de deseo de públicos, ganaderos y empresarios. A los primeros nunca les defrauda, a los segundos les luce los toros como nadie y a los terceros les asegura casi siempre el éxito en taquilla.
Pero no conforme con ser imprescindible en la Fiesta hoy por hoy, El Juli ha realizado gestas que han dado un rango superior a su ya de por sí magnífica campaña. En Madrid mató un ‘victorino’, en la Corrida de la Prensa y se anunció con una de Guardiola en la que un toro lo mandó al hule. Y en Bilbao, con la temporada solucionada a su favor, mató la corrida de Victorino Martín sin ningún tipo de necesidad, aparte de la interior que demanda su raza de primera figura.
Sin embargo, las auténticas gestas de El Juli sucedieron en el ruedo. Una cosa es anunciarse con tal o cual corrida y otra la actitud que luego se tiene en la plaza, porque es ahí donde las gestas adquieren su verdadero sentido. Por eso la primera de ellas tuvo lugar en Sevilla, el día de su gran triunfo en medio de un ruedo inundado por el temporal de lluvia. Luego llegó lo de Madrid: primera tarde con el público de uñas, una segunda en la que logró una entrega de las gradas que al principio se tornaba casi imposible, y una tercera en la que pagó con sangre la verdad de su toreo con la mano izquierda.
Tras la fuerte cornada de Madrid y una infección renal que tomó cuerpo en Alicante, vale la pena resaltar las cinco orejas que cortó en Pamplona con una sensacional tarde ante un imponente encierro de Santiago Domecq. Fue su triunfo más importante del mes de julio, mientras que en agosto hubo dos hitos de claro valor: las ferias de Málaga y Bilbao.
Que los toreros están hechos de otra pasta, más que un tópico, es una verdad insoslayable que se reflejó de manera clara a mediados de agosto en Málaga. Cuando el sexto toro de Salvador Domecq saltó al ruedo de La Malagueta la tarde del 13 de agosto, Finito de Córdoba había puesto la plaza patas arriba con una colosal faena de dos orejas y Puerta Grande. Julián, que había cortado una en el tercero, salió a por todas en el que cerraba plaza y un arriesgado inicio de faena con las dos rodillas en tierra acabó con una aparatosa cornada en el gemelo de su pierna izquierda.
Su primera gesta de agosto fue continuar la faena hasta cortarle la oreja al toro; la segunda, reaparecer a los nueve días en Bilbao ante la corrida de Victorino Martín; y la tercera cortar cuatro orejas en la Aste Nagusia de 2001. En esta última tarde, un peligroso y serio animal le partió la boca y la nariz de un pitonazo aunque el torero sólo se fue a la enfermería cuando mató al toro y tras cortarle dos orejas.
Fue su última hazaña de agosto, porque ya en septiembre empezaba cortando cuatro orejas y un rabo en Arles con indulto incluido de un toro de Zalduendo. Su temporada, tras las seis orejas de Salamanca, la primera Puerta Grande de la historia en la nueva plaza de Logroño, el triunfal cierre de la temporada en Barcelona junto a Finito y José Tomás o las tres orejas en Zaragoza, concluyó con un rabo en la Feria de San Lucas de Jaén. Era el broche de oro de una campaña irreprochable en todos los sentidos.
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