En el desierto del Sahara, no existe ningún club naval. Nadie da lecciones allí sobre navegación, el alzar o arriar velas, cuándo la escora es peligrosa o cómo echar ancla en buen lugar. Un tipo vestido con gorra de marino y chaquetón azul cruzado no da lecciones sobre el viento a los habitantes de la eterna sequía. Eso en el Sahara. Un poco más arriba, en España, marineros expertos dan lecciones de navegación en la Gran Vía de Madrid, decoradores de interiores legislan sobre bosques y arbolados, perroflautas sin perro y sin flauta deciden sobre toda una Orquesta Sinfónica y una banda de urbanitas de condición variopinta, que del campo conoce un imaginario de lo rural lo que se ve a través del cristal del tren, deciden qué se va hacer con la oveja, la vaca, el árbol, el pueblo y, de paso qué hacer con el lobo.
Desde esta experiencia de campo, nula, preñada de ignorancia, contaminada de ideología política, se está legislando, supuestamente, a favor de un modelo medioambiental y de una ecología sostenible.
España tiene una ministra de Ministerio rimbombante: Transición Ecológica y Reto Demográfico. Teresa Ribera es funcionaria del Alto Rango, licenciada en derecho, que da curriculum para grandes cosas, pero inhabilita para aquellas que rocen materias de campo, de ruralidad. Entonces alguien dirá que se rodea de expertos en lo rural. Quede claro que lo rural es, sí o sí, la única autoridad no experimental, sino cierta en todo lo tocante a ese Ministerio de rimbombante y rebuscado nombre. Bien. Hay 19 expertos que forman el Comité de Flora y Fauna Silvestre. De los 19, apenas dos o tres pueden ser expertos en la materia, pues la mayoría tienen el asfalto y el verde de atrezo como educación y formación. Un buen número de ellos, designados por las ONG llamadas ‘ecologistas’, nacidas, desarrolladas y subvencionadas en la ciudad.
Desde esta experiencia de campo, nula, preñada de ignorancia, contaminada de ideología política, se está legislando, supuestamente, a favor de un modelo medioambiental y de una ecología sostenible. Con estos expertos se legisla para detener la despoblación y la desertización de nuestra geografía rural. Hemos puesto en el lugar más árido del Sahara a un grupo de marineros para dar a los nómadas sin agua lecciones de tormentas de diluvio y cómo achicar agua por la proa. Esta desubicación perfecta, esta redonda estupidez, este poner a lo urbanita a dirigir lo rural, está secando España, la está despoblando, la está desertizando.
Para que lo rural entienda la voz humana, ha de hablarle un hombre de lo rural. ¿Cómo es posible que quienes se han encargado de arar, hacer producir la tierra, producir alimentos y oasis de mundos ecológicos, hayan sido silenciados y sustituidos por esas gentes de ciudad y sólo de ciudad, cuya visión deformada y teórica del mundo rural, de sus animales, de sus humanos, de su fauna y su flora, es tan extremadamente inocua, confusa e ignorante, que es capaz de no hacer caso de visiones de un futurismo actual aberrante? Buitres atacando rebaños de ovejas, cuervos haciendo lo mismo, jabalíes en los centros de las localidades, inmensa sobre población de palomas en las ciudades de España…Y la imagen del lobo campando a sus anchas sin depredador posible a niveles jamás vistos.
Nunca pudieron entender al toro, a la dehesa y su manejo como un bien medioambiental sustancial para España.
Cómo es posible que toda esta tribu de expertos, que difícilmente distinguen el tamaño y la forma de una cagada de vaca del olor de una hez humana, sean los encargados de decirle lo que hay que hacer a las generaciones que salen de las generaciones que han continuado a las generaciones que sustentaron el mundo rural y su contexto en este país. Cómo explicarles que el buitre ha pasado de ser lo que era, un carroñero, a ser un ave de presa, como el córvido. Cómo decirles que cerca de Madrid es inaudito y biológicamente peligroso que vivan centenares de miles de gaviotas sin más mar que los inmensos vertederos donde se alimentan y con los que contaminan luego ganaderías, aguas y pastos.
Esta famélica, estúpida, infantil ecología de salón, este ruralismo urbanita de terraza de bar, esta ideología de cemento aplicada al pasto, este intransigente secuestro del futuro del mundo rural a punta de pistola ideología de los expertos en decorativismo medioambiental, está matando España. Está cazando España. Está diezmando a España. Este modismo urgente, rebuscando votos en el imaginario sensiblero de lo urbano es una peste, una plaga, un acoso, un derribo, una persecución, un mal trato, una agresión contra toda idea de un país medioambientalmente sostenible. Provoca la aceleración de la despoblación del mundo rural, ahonda en su pobreza y acelera su fin.
Nunca pudieron entender al toro, a la dehesa y su manejo como un bien medioambiental sustancial para España. Jamás entenderán que la ruralidad, el reto demográfico y cualquier idea de reto sostenible pasa por dar el mando en el campo a las gentes del campo. El mejor Ministerio sobre medio ambiente y ruralidad ya existe: Alianza Rural. Un hombre o una mujer de esa alianza da sopas con honda de coherencia a esta administración paralela de gasto inmenso, preparación nula y peligrosidad evidente.
No es agua, sino el uso político del agua el problema. No es la evidente despoblación de lo rural el problema, sino su manejo y uso político No es el lobo el problema, sino su uso para un rédito político. Toda política urbana desafectada y deslegitimada aplicada a lo rural no es otra cosa que el germen de un terrorismo medioambiental.