El Cid cortó otra oreja a una variada corrida de Achury Viejo
Vídeo resumen del festejo I FERIA TV
ALBERTO LOPERA > Manizales
Con lleno en los tendidos y una espléndida tarde primaveral, el diestro Sebastián Castella ratificó su primacía en el toreo con una faena pletórica de emociones en su segundo toro, un serio ejemplar con el hierro de Achury Viejo, encastado y con las complicaciones de los toros bravos. Muy suelto en los inicios de capa, fue paulatinamente sometido en la mágica muleta después de espeluznantes pases cambiados por la espalda en el centro del redondel.
La plaza entera se entregó con los sonoros y continuos olés en las series por ambos pitones, muy templadas, terminando el diestro prácticamente metido en medio de los astifinos cuernos. Tan importante labor terminó como debe ser, con la mejor estocada de la feria de tan rápido efecto como rápidamente también, llegaron a sus manos las dos orejas que paseó triunfal. Su primero muy falto de raza, distraído y caminador. Toro muy incómodo al que le hizo una faena de acuerdo a las circunstancias.
La tarde se inició con vaticinio desalentador ante la falta de raza y fuerza del primero para El Cid, quien hizo todo lo posible por sacar el máximo partido, llegando incluso a recibir aparatosa cogida, afortunadamente sin consecuencias que lamentar. El asunto cambió en su segundo, un toro sin humillar pero perfectamente entendido por este torero, Maestro en la extensión de la palabra.
Con mucho temple, y llevando siempre la embestida en la muleta, El Cid le endilgó series preciosas en redondo y por bajo, rematando con esos pases de pecho de pitón a rabo recreados con empaque como nadie. Al final y ya con el toro entregado a su poderío le vació la espada de forma completa y efectiva. No vaciló la Presidencia en otorgar merecidísima oreja.
Completó la terna un joven matador colombiano de pocas corridas: Santiago Naranjo. Dura papeleta que supo solucionar con actitud y mucha entrega. Su primero, un toro de preciosa lámina, muy serio y ofensivo sin llegar con él a acoplarse. Se fue de rodillas a recibir el último de la corrida, con el que sí se entendió en las primeras series de pases por ambos lados, pero la dicha se acabó pronto. El toro ya sin fuerza se paró. Duró poco el deseo triunfal.
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