ALBERTO LOPERA
MANIZALES (Colombia). La ola de lluvias que afecta a Colombia hizo suspender en la mitad el tradicional festival benéfico de la feria de Manizales.
La plaza registró un lleno impresionante y el cartel de «No hay boletos» se colocó desde las horas de la mañana en las taquillas.
Se inició el tradicional festival con la solemne procesión de la Virgen de La Macarena, llevada por los diestros actuantes y las autoridades civiles y eclesiásticas, mientras la plaza solo era iluminada por 14.000 farolillos en las manos de los aficionados, en un imponente marco de fervor y belleza.
Desde el comienzo hubo amago de lluvia, y la lidia de los dos primeros toros se desarrolló con intermitentes brisas. A la altura del tercero, se desató el aguacero en forma tremenda, quedando en pocos minutos el ruedo en condiciones imposibles de continuar la lidia, por lo que los toreros de común acuerdo con la autoridad resolvieron suspender el festejo.
Se alcanzaron a lidiar tres excelentes toros de Ernesto Gutiérrez, los tres auténticas «máquinas de embestir», con calidad, mucha bravura, raza y nobleza.
El primer espada César Camacho brindó una gran actuación desde el comienzo con lances de rodillas, pares de banderillas que emocionan y una faena de muleta muy completa en donde sobresalieron las series de naturales de gran factura. Las ovaciones fueron continuas y el triunfo asegurado se perdió por el mal uso de la espada, pues requirió de tres pinchazos antes de dejar una estocada completa.
El toro fue aplaudido en el arrastre y el diestro premiado con la vuelta al ruedo.
Grata impresión ha dejado Sebastián Vargas, torero que cumplió buena campaña en ruedos mexicanos y que se vió reflejada en el buen uso del capote con variadísimo repertorio que le valieron grandes aplausos. Magnífico banderillero, dejó dos pares con mucha exposición. Su labor con la muleta agradó a la concurrencia por su entrega, y magníficas maneras.
Llevó siempre muy bien toreado al toro, en la distancia justa y precisa, en una faena muy completa que se ovacionó de principio a fin, pues de un efectivo volapié, despachó al noble y bravo ejemplar que fue premiado con la vuelta al ruedo mientras el diestro paseó las dos orejas.
Cuando se ordenó la salida del tercero de la noche arreció la lluvia y Víctor Puerto de inmediato recibió con preciosos lances a la verónica a un toro que se desplazó en forma extraordinaria. Más de cien muletazos de todas las marcas conformaron una faena que se acompañó con la música y los gritos de torero…torero…torero ¡! El toro se fue a más y Puerto también. Pases de rodillas, de costado, en redondo, citando de espaldas, una gama de toreo enigmático que enloqueció a los aficionados que al unísono pedían el indulto del toro, pero que no concedió la presidencia. En medio del fuerte aguacero y también de una lluvia de claveles y sombreros, entró a matar dejando una soberbia estocada que hizo rodar al toro sin puntilla, y que también fue premiado con la vuelta al ruedo sin las dos orejas que ya estaban en las manos de Víctor Puerto.
Siguió la lluvia, se suspendió el festejo y Uceda Leal, Miguel Abellán y Matías Tejela se quedaron con los deseos de tener otras tres «máquinas de embestir» que estaban en los chiqueros.