Dicen que ‘el privilegio de las leyendas es ser atemporales‘. La ganadería de Piedras Negras, en México, cumple con ambas. Porque hace tiempo que su legado es perenne y porque 150 años, seis generaciones mediante, su hierro ya es una leyenda en el orbe taurino. La penúltima muesca en su yunque dorado llegó el pasado domingo. ‘Siglo y medio’, el responsable. Un toro de bandera, ‘serio y bien presentado, con la bravura por delante, como siempre hemos comulgado en casa, porque nosotros criamos toros bravos, no bobos’, describe, orgulloso Marco González, el ganadero. Su astado derrochó casta hasta ganarse el ansiado indulto. Ya descansa en el campo. Las vacas le esperan para esparcir sus virtudes al futuro de Piedras Negras.
‘Tuvo el conjunto de lo que reúne el toro bravo que buscamos en casa, un toro encastado que haya que someter y lidiar de poder a poder, el animal se vino arriba y considero que el matador no terminó de entenderse del todo con él’, analiza Marco González.
‘Buscamos un toro encastado que haya que someter y lidiar de poder a poder’
Pese a ello, ‘la gente valoró mucho las virtudes del toro y, aunque yo pedí al principio que mataran al toro, el público es soberano, así que, si ellos lo vieron de ese modo… es justo merecedor de ello, y nosotros estamos encantados de que el toro regresara al campo para echarlo a las vacas como semental, se está recuperando sano y bien, lo probaremos con gusto y ahí se verá en unos años, si transmite esa bravura a las camadas sucesivas’.
Pero, ¿por qué el ganadero quiso, en un primer momento, que el toro fuera estoqueado? ‘Para indultar un toro tiene que reunir unas condiciones con todas las de la ley, ‘Siglo y medio’ fue bravo en varas, acudió al caballo de pronto y de largo, empujando por abajo, pero en la muleta, aunque mantuvo esa prontitud y tuvo un pitón derecho extraordinario, considero que no fue tan franco por el izquierdo, pese a todo, para nosotros es un halago inmenso que el público quisiera premiar con lo máximo a nuestro toro’, analiza el ganadero con autocrítica.

‘Acudió al caballo de pronto y de largo, empujando por abajo, pero en la muleta, aunque mantuvo esa prontitud y tuvo un pitón derecho extraordinario, no fue tan franco por el izquierdo’
En este sentido, González es consciente de ‘la expectación que se genera cada vez que Piedras Negras se anuncia en Insurgentes‘. ‘Es una realidad que el público quiere ver y tiene interés en nuestros toros, nosotros respondimos como podemos y debemos: con una corrida bien presentada, seria, que propició un espectáculo diferente, con el que no se aburrió nadie, pues el público mostró con ese silencio característico que estaba muy metido en la tarde, creo que fue un encierro encastado, que exigió y respondió con casta a lo mucho que le pegaron en el caballo, incluso, el tercero se acabó echando, acusando el durísimo castigo que recibió’.
Un castigo para el que, además, se prepara a conciencia a los toros en el rancho azteca de esta mítica divisa: ‘Exigimos muchísimo a los animales en el caballo durante los tentaderos, lo consideramos prioritario, junto con la seriedad que da la edad al toro, para calibrar la bravura de cada res, por eso, les pegamos fuerte, algunas reciben diez o quince puyazos, siempre fue así en casa, en los libros de notas de mi abuelo, había vacas que morían después de la octava o la décima vara’.
EL FUTURO, EN BUENAS MANOS
Actualmente, la vacada -que luce su tradicional ‘corbatín’ en la badana como señal– está compuesta por ‘unas 120-130 vacas de vientre‘. ‘Somos una ganadería corta, que tenemos claro lo que quiere y no nos vale cualquier cosa como dije, por eso seleccionamos bastante y sólo nos quedamos con lo que nos vale, lo que nos vale, da para cuatro o cinco corridas de toros al año, con eso nos basta, no queremos más’, confiesa Marco González.
El representante de los denominados ‘Miuras’ mexicanos constituye la sexta generación de una leyenda que ya tiene su séptima saga en ciernes. Patricio, su hijo, de 23 años, ‘ya está envenenado hasta el tuétano con esta cicuta, incluso torea de vez en cuando, es un orgullo, porque nadie puede presumir de tantas generaciones dentro de una misma familia al frente de una ganadería‘. Es lo que tienen las leyendas. Su privilegio: la inmortalidad.