El Fandi es más que lo palos, y hoy vamos a hacer alguna cosa más que darle palos a este público de Sevilla que, desde el jueves, está empeñado en quitarle el crédito a los toreros que triunfaron en la Maestranza días atrás.
El Fandi estuvo fenomenal en su primer toro y muy por encima de su manso segundo, pero la oreja de este último, con la banda de música tocando más rápido que una charanga y con la gente gritando ‘Fandi, Fandi’, fue de vergüenza ajena. Vamos a contar las cosas con honestidad, algo que según algunos es hacerle daño a la Fiesta…
El Fandi hundió la Maestranza en dos tercios de banderillas apoteósicos, no perdonó un quite y entendió a la perfección a su primero, que era noblote pero que embestía con la cara por las nubes y no tenía fuerzas.
David le dio distancia, lo llevó templadísimo, corrió la mano con ritmo, siempre llevó el engaño a media altura y cortó una oreja de ley porque estuvo de maravilla.
Al sexto, un manso que huía de su sombra, lo persiguió por toda la plaza robándole los pases y derrochando voluntad. También le dieron una oreja. Una oreja por una faena que, ni existió, ni podía existir ante semejante mulo. Una faena acompañada de música, aplaudida a rabiar, rematada de estocada y tres descabellos, y premiada con una oreja sin petición mayoritaria y con toda la desfachatez del mundo.
Del resto de la tarde tenemos que decir que Jesulín templó hasta el límite a un toro sin raza y a otro sin fuerzas, y que no pudo hacer más de lo que hizo. Y que Miguel Abellán, ante dos toros nobles y venidos a menos (el quinto hasta se acabó echando), anduvo frío, espeso y ofreciendo mucho menos de lo que es capaz de dar.