Dos de Sanlúcar y uno de Albacete. Cuando lo normal hubiera sido que los chavales del rincón gaditano torearan con el sabor de la sal y los aires del coto, la marisma y el Guadalquivir, fue el albaceteño, tierra seca de toreros secos, quien más templado y con mejor aire toreó. La diferencia entre Abraham Barragán (en la imagen) y los de Sanlúcar, además de la procedencia, estribó en el oficio. Mucho más hecho el de Albacete, verdes como el color del vestido de Antonio José Blanco los sanluqueños, no suficientemente rodados para una cita como ésta.
Y así pasó lo que pasó: el que transmitió sensaciones toreras fue el albaceteño de nombre poco torero, Abraham Barragán, pero buen sentido del temple, como lo tienen casi todos los que llegan desde esas tierras manchegas. Barragán utilizó al segundo para cuajar la faena más interesante de la tarde. No hizo bien en comenzar por estatuarios con un novillo débil pero con calidad al que convenía llevar más. Lo hizo enseguida Barragán por el lado derecho, dejando muy bien la muleta en la cara para que el ‘cubero’ no parara de embestir. Así ligó con limpieza y buena compostura los muletazos. Tuvo el mérito añadido de sacar buenos muletazos al natural cuando el animal parecía agotado: el temple obró el milagro. Como mató con contudencia, cayó la oreja.
Una pena que el quinto no le dejara rematar por su escaso fuelle. Con todo, Abraham, que lo había brindado a Ojeda, se justificó con él hasta que se paró. Casi lo tenía metido en la muleta, pero el de Cubero no le aguantó el tirón, ahondando en el principal defecto de la novillada, su falta de poder.
Lo preparado que se vio al albaceteño contrastó con la inexperiencia de los dos de Sanlúcar. Bajo la atenta mirada de Paco Ojeda, ni Ángel Romero ni Antonio José Blanco dejaron claro ser candidatos a sucederle en el trono del toreo marismeño. Las pocas tablas de Ángel Romero le llevaron a ser cogido dos veces en el primero de la tarde, ante el que tuvo que actuar de enfermero. No dijo nada tampoco en el parado cuarto, al que por cierto mató muy bien.
Por su parte, Antonio José Blanco toreó con prisas al tercero, uno de los novillos de triunfo que acabó rajado. En el sexto pareció más atemperado, pero no calentó pese a pegarle casi una veintena de pases con la zurda.
FOTOGRAFÍA: AGUSTÍN ARJONA