Los toreros tienen su momento. Algunos lo tuvieron y lo dejaron escapar; otros lo tuvieron y lo siguen teniendo; las figuras del toreo suelen tener un momento que dura varios años, menudo momento, pero qué son siete años comparados con la eternidad que da la gloria. Otros nunca lo tendrán y de ellos dependerá que asuman el momento de dejarlo. En el toreo y en la vida, todos tenemos nuestro momento.
Y Diego Urdiales (en la imagen) tiene ahora su momento. El momento de ir a Madrid, a las grandes ferias cuando lleguen, a los compromisos fuertes, a las plazas de primera. Está en su momento. Lo demostró en Barcelona.
Con un toro, su primero, al que recibió con una larga cambiada de rodillas, varias verónicas de calidad y una media a pies juntos pasmosa.
Pasmoso fue también su asentamiento en el ruedo. Ante un toro parado, soso y de fea embestida, el de Arnedo supo exprimir muletazos de planta asentada y firme conocimiento. Y es así como se intuye el momento de los toreros: con la frialdad que emana el que se juega la voltereta, con la certeza de que sólo confiando plenamente en uno mismo se llega lejos.
No cortó la oreja, a pesar de la mayoritaria petición. No es lo de menos, pero tampoco es importante. Ya las cortará. En Madrid.
El que si la cortó fue Andrés Sánchez, es verdad que con una petición menor. Se la cortó al cuarto, el único toro encastado del encierro, que se movió con vibración. Andrés Sánchez tuvo momentos vibrantes con muletazos de mano baja, dominadores, pero los enganchones y la molestia del viento le impidieron cuajar tan encastado toro.
Con su primero, rebrincado que acabó rajándose, el de Salamanca no pudo hacer mucho.
Diego Urdiales salió enrrabietado a lidiar al quinto. Lo brindó a un amigo, desconocido por nosotros pero de porte elegante y señorial. El animal tiraba un derrote, siempre con la cara alta, el viento molestaba y sólo cuando se enfadó con él, provocando –casi arrancando- la embestida, surgieron los muletazos. No cortó orejas, pero dejó una sensación estupenda.
Miguel Ángel se las vio con un tercero que manseó, violento al principio y rajado al poco, con el que no pudo brillar. Si lo pudo hacer con el noble sobrero de Saboya, que salió en sexto lugar, de embestida repetidora y humillada, con el que no se acopló del todo y al que mato deficientemente.
Por Barcelona ha pasado un torero que va a dar que hablar. Está en su momento.
FOTOGRAFÍA: SEBASTIÁN.