Los novillos de La Quinta han estados bien presentados, si bien los tres últimos han sido unos señores toros. En el arrastre se han llevado más ovaciones que los toreros, puesto que todos, menos el tercero, han sido aplaudidos. Los tres primeros no han sido nada fáciles y sí los restantes, que se han dejado hacer bastantes cosas. El cuarto fue el más bravo en el caballo y además resultó bueno.
El primero de la tarde no fue fácil y Carlos Gallego no pudo hacer otra cosa que sacarle los naturales uno a uno, tal y como requería la res. El cuarto fue un animal con importancia por su presencia, bravura y buen son. Gallego dio una bella media verónica, luego una tanda de seis naturales, con sabor alguno de ellos, pero no continuó el acoplamiento.
Sergio Aguilar se encontró con un novillo que tenía una embestida más potable que el precedente, pero tampoco demasiado lucida. No anduvo bien en banderillas, al igual que en el quinto, y con la muleta se le vio como un torero frío y, en algunos momentos, distante, especialmente con el buen quinto.
El novillo más complicado de la tarde fue el tercero. Serafín Marín lució con el capote y con la muleta se las tuvo que entender con una res que se fue descomponiendo a pasos agigantados. En el que cerró plaza tenía la oreja ganada, pero el mal manejo del descabello dejó todo en silencio. Inició su labor con el capote con verónicas de rodillas y con la muleta ligó varias series en las que predominó el temple, toreando siempre con la pierna adelantada.Dejó buenos detalles y buenos muletazos.
Al final, muchos avisos. Cuatro repartidos entre Aguilar y Marín y un buen puñado de ovaciones para los novillos.