El pésimo juego de los toros impidió el lucimiento de la terna que se estrelló con un material de poca raza, poca fuerza, y nula emoción. Al menos los dos primeros debieron ser devueltos por el presidente que no sólo no lo hizo, sino que llegó a cambiar el tercio en el primero con un sólo puyazo, antirreglamentariamente.
De la terna sobresalió solo Andrés Sánchez ante el quinto, el único que dio algo de juego. El de Salamanca armó una faena de fundamento técnico, con las pausas precisas para que reposara el toro, blando pero noble. Tandas por los dos pitones templadas, con muletazos de buena factura, sobre todo al natural, fueron la alegría de la tarde. Dos circulares y un bonito remate de faena por bajo dieron paso a una estocada caída y descabello, y a la única oreja de la tarde.
Pepín Jiménez se pasó de faena en sus dos oponentes. Ante el primero, un inválido integral que se pasó medio trasteo por los suelos, Pepín, todo un maestro, debió abreviar aunque fuera por respeto al público. O al menos intentar matarlo con decencia. El cuarto, noblote y parado, tampoco dio lugar al lucimiento. A éste le finiquitó de estocada delantera pero eficaz.
Miguel Ángel recibió a los de su lote a portagayola. Lanceó tosco y con la muleta mostró carencias técnicas. Sus ganas y valor quedaron patentes toda la tarde, intentando llegar al tendido.