Al cincuenta por ciento. La mitad del asunto lo puso el toro y la otra mita de Abellán. Fue el segundo, un animal de galope largo siempre y cuando el torero lo dejara venir de lejos. Abellán se colocó a quince metros en las tres primeras tandas y el público parecía ponerse a favor del toro. Un animal noble, pero que al tercer o cuarto muletazo parecía abrirse de la suerte desentendiéndose. Matices aparte, y a pesar de que casi no vimos nada por el pitón izquierdo, toro y torero dieron un gran espectáculo, arriesgándose el madrileño en un magnífico volapié justo en la boca de riego.
Fue un gran toro y una gran faena. Pero hubo más en una tarde de sorpresa continua. La del Puerto de San Lorenzo ha sido una corrida muy bien construida, variada de temple y comportamiento, pero de largo, la mejor del año de este hierro. Por ejemplo, siendo reservón y mansote el quinto, cuando Abellán le citaba en corto provocándole y le buscaba para que no se parase, el toro seguía la muleta. Fue una faena de un gran mérito y, paradojas de la vida, una fea voltereta enfrió el asunto.
Hoy Poncereivindicó su condición de figura en el cuarto toro. Sobándole al principio y ayudando a que el toro rompiera hacia delante, de mitad de trasteo hacia el final, el toro llegó a galopar en tandas ligadas y de buena expresión plástica. Faena de torero enrazado y sólo el pinchazo previo a la estocada animó a que se le restase una oreja de las dos ganadas. El primer toro había tenido casta, pero blandeaba y era muy difícil torear sin obligarlo del todo porque doblaba manos, pero tampoco permitía dormirse con la muleta.
Guillermo Marín ha podido salir en hombros por la puerta grande, erró en el inicio de faena del tercero al salirse de rodillas sin poder ni someter a un toro bravo y encastado que a la tercera tanda se había hecho el amo. Pero el torero nunca se arrugó. Tampoco se afligió con el volumen del sobrero y esta vez se salió por abajo con él dominando su embestida. Dejó llegar al toro ligando tres buenas tandas por el pitón derecho, aunque pareció que el toro tenía más calidad por el izquierdo, por donde sumó tres muletazos largos. La faena tuvo cuerpo, pero al no doblar el toro después de una estocada desprendida, usó el descabello reiteradamente y perdió, quien sabe, una o dos orejas.