Padilla se fue a la puerta de chiqueros y se puso de rodillas para esperar al quinto toro de Partido de Resina, pero el toro no lo vio y, muy distraído, se fue por otro lado de la plaza intentando saltar al callejón, hiriendo levemente al matador retirado Curro Caro. Esta porta gayola abortada, después de la espeluznante cogida de San Sebastián, fue el momento más emocionante de la soleada y dulce mañana. La otra noticia, más anecdótica, de la mañana, para los que les gusta escuchar los murmullos de este mundillo taurino, fue la reconciliación en público de Padilla y Ferrera (en la imagen), que vivían en un ambiente hostil desde una corrida celebrada en Nîmes en el mes de septiembre del pasado año. Meca brindó el primer toro a ambos toreros, que se abrazaron y compartieron rehiletes en sus respectivos primeros toros.
Una estampa era el primer cárdeno que saltó a la arena, dulce y noble pero inválido. Habilidosa e inteligente fue la labor de Fernández Meca, que lo hizo durar pero lo estropeó todo con su forma de matar. Su faena al cuarto, el más armónico de hechuras, soso y flojo como casi todos, tuvo temple, suavidad y ligazón, pero volvió a pinchar y todo quedó en un ovación recogida desde los medios.
Noble y de buen son por el pitón izquierdo resultó el segundo, al que Padilla, muy decidido con el capote y brillante con las banderillas, aprovechó medianamente con la muleta en una faena de más a menos. Destacó una templada serie de naturales pero no siguió por este pitón y, al cambiarse la muleta de mano, se diluyó en trasteo en alardes de cara a la galería y pases sin continuidad. Además, se le fue la mano al entrar a matar. Con el mencionado quinto, soso y distraidísimo, su labor fue muy meritoria. Lo mató de un estoconazo en todo lo alto, lo que le valió una vuelta al ruedo, con algunas protestas, tras petición minoritaria.
Ferrera se encontró primero con el peor del encierro y no tuvo más remedio que matarlo como pudo. Anduvo muy decidido frente al sexto, toreando de manera vibrante y vertiginosa. Pinchó dos veces antes de dejar una estocada que le valió una benévola oreja.
Y como era día de amores y reconciliaciones, Ferrera brindó su último toro a su antiguo apoderado, Alain Lartigue. Lo mejor de la corrida de Partido de Resina fue su extraordinaria presentación. Los toros, salvo el tercero, tuvieron calidad, pero pecaron de falta de fuerza.
FOTOGRAFÍA: ANDRÉ VIARD