
Provoca Sevilla, en su relación de amor hacia Manzanares, que saque lo mejor de sí mismo. Ése es el pecado que cometió Manzanares al que se le cerró la Puerta del Príncipe, por una decisión justificada, no así comprensible de la Presidenta. Justificada, porque el lote fue manso, rajado y sin fuerza. Incomprensible, porque frente a esos toros no se podía estar mejor. Fue pecado que insistiera, sin darse por vencido, con su primero, a riesgo de sufrir una cornada. Fue pecado cruzar al otro lado de la frontera con su segundo, en un derroche de actitud nunca antes visto en él. Fueron pecado los dos estoconazos sin puntilla. Fue pecado, cuando alguien se piensa omnipotente para desoír la petición de una plaza llena que ve y siente en medida desajustada para el palco.
Salió Manzanares a pie por la puerta de cuadrillas tras cortar una oreja a cada toro. El tercero, burraco, más bajo, repitió sin fuerza en un saludo muy arrebatado de mejor proyección que ejecución. Se dejó crudo en varas, esperó en banderillas y se metió por ambos pitones en un inicio por abajo, reponiendo. No era de fiar y hasta se le coló peligrosamente, pero al alicantino le dio igual. Insistió y tuvo como cómplice al público que reconoció cada mínimo logro. Los tendidos de sol, donde finalizó la faena, le ovacionaron en pie tras conseguir ligar muletazos para conformar series. Le sonó un aviso justo cuando entraba a matar y el toro rodó sin puntilla, no sin antes aguantar una muerte brava. Cortó la primera oreja.
El quinto, abrochado de cuerna y estrecho, embistió con todo el cuerpo en el capote. Manseó en banderillas y Curro Javier, enorme, hizo sonar la música con un par sin colocarse, al relance, tras la salida de otro buen par de Luis Blázquez. El toro embistió en los primeros compases con transmisión y en la segunda serie por la derecha comenzó a tocar la banda. Con ese punto de mansedumbre, fue un pelín tardo, pero exigió todo por abajo y Manzanares toreó largo y con poder. Amagó con rajarse en dos ocasiones por el izquierdo y volvió a coger la muleta con la derecha con el toro ya venido a menos. Entonces comenzó la segunda parte de la faena, con el alicantino arrimándose, metido entre los pitones, extrayendo muletazos de mérito, pegado a las tablas. Dio muerte al toro prácticamente apoyado en la puerta de toriles y esta vez el toro si rodó inmediatamente. Esa contundencia con la espada, el arrojo, la capacidad, la quietud y el valor fueron las claves de un Manzanares distinto, de nuevo importante en Sevilla. Pero se le negaron las dos orejas.
Tomaba la alternativa Lama de Góngora, en una corrida de Victoriano del Río a la que le faltó trapío y pecó de falta de fuerza. El primero, cuesta arriba, fino, estrecho de sienes, solo sirvió por el pitón derecho. Flojo, como el resto de sus hermanos, cumplió en el caballo y Ponce le hizo un quite de dos verónicas y una media, todo por el derecho. El sevillano contestó con otro por chicuelinas y una larga. El toro se vino arriba en banderillas, con una embestida un tanto alocada. Interrumpió la ceremonia de alternativa y Ponce tuvo que desplegar el capote de Ripollés. Toda la faena de muleta se desarrolló en el tercio, a media altura, sin exigirle el toro, pero cogió la zurda en el momento más álgido e hizo callar la música. No era toro de oreja, desde luego, pero cabe la duda de si hubiera obtenido premio de haber acertado con la espada.
El sexto, más rematado y serio, echó la cara arriba en el peto aunque tomó el segundo puyazo desde lejos. Fue bravo con genio. Lama brindó a su padrino y testigo de alternativa y planteó la faena en el centró del ruedo. En la segunda serie, el animal ya sacó a relucir esa violencia, midiendo y defendiéndose.
Ponce, que afrontaba su primera tarde en La Maestranza, sorteó un toro alto, suelto de carnes, con más pecho pero algo silleto, con nada de fuerza y que recibió un primer puyazo largo. Al no poder bajar la mano, la labor tuvo poca transmisión pero fue meritorio el conseguir ligar series. El cuarto, fue ancho de sienes y fino de cabos, humilló pero de nuevo se dejó crudo en varas por la falta de fuerza. Inició faena entre las rayas, combinando el toreo en línea con un trazo más semicircular para ayudar al toro, que se desplazó algo más por el izquierdo aunque muy venido a menos.
Real Maestranza de Caballeria de Sevilla. Toros de Victoriano del Río, sin trapío y faltos de fuerza. Enrique Ponce, silencio y silencio; José María Manzanares, oreja tras aviso y oreja con petición de la segunda y Lama de Góngora, que tomaba la alternativa, ovación y silencio.Sonó la música para Curro Javier, que se desmonteró, en banderillas del quinto junto a Luis Blázquez. Curro Robles saludó en banderillas del primero.