La importancia del nombre no es relativa. Define. Pocos Eustaquios no tienen cara de Eustaquio y no les quiero decir los Secundinos. Clavaditos. Le miras a la cara y dices, en efecto. Estos nombres vengativos, una lacra para quien los soporta, tienen una ventaja. Ni Dios acierta a ponerle un diminutivo o un alias. Lo malo es llamarte de una forma que puede ser manipulada por el que te llama. Por ejemplo al ganadero de hoy, ayer flamante figura del toro, le pueden decir, al menos, Pepe (y sus variantes) cosa que vulgariza, José Miguel, que es nombre de actor de culebrón, Jose, sin acento, que catetiza y apalurda, y José, con acento agudo, que es de señor. Pues dependiendo de cada toro del que hablemos diremos que toros del ganadero Pepe fue el lote de Morante, pero hubo tres de don José. Ahí es nada. Uno de ellos, el sexto, cumbre, con el que Leandro Marcosrozó una gloria que duele más por saberse rozada que no lograda.
Hasta en hechuras a la corrida se le pudo llamar con variantes sobre el mismo nombre, porque fue dispar. Toros de Pepe fueron por hechuras el primero (lavado de cara, zancudo y abierto de sienes) y el tercero (estrecho, poca cosa, abierto de cara y de poco perfil). Luego hubo uno vulgar de tipo y de condición pareja, toro de Jose. Y luego los toros de don José, con variantes pero buenos. Porque el sexto, joya de la corona en todo, puede ser toro de la feria. Y el tercero, largo, con cuello y de menos cara fue toro notable y de hondo pitón izquierdo. De los tres toros buenos, dos fueron para Leandro, que tuvo en la mano ponerse el don por delante y uno Castella, que se espesó esta tarde. Todo con matices, claro. Porque entre los buenos hubo exigencias en escala, dentro de una corrida más enrazada que brava.
Metió la cara el sexto con claridad en el capote, con el son de los toros buenos, hocico fino y por delante, cumpliendo bien, de bravo y de bravo se movió en banderillas para solaz de Miguel Martín, que saludó. Tuvo el toro todas las virtudes: fijeza, prontitud, inercia en tranco y galope. Se venía y se iba lejos. Y lo mejor, la forma de regresar, buscado pelea en el trapo. Las cuatro primeras tandas de Leandro, dos de ellas en la distancia larga, dejaron ver al toro y un toreo ligado, con eco en el tendido. En la segunda corrió bien y por abajo la mano, la tercera fue más corta pero más ceñida. Y la cuarta. Con el público en el canasto, y el toro haciéndolo perfecto en los de pecho, a la que se echó la muleta a la izquierda la faena decayó. Sin inercia. Para enganchar y llevar. Se tropezó algo al regresar a la derecha y aun axial el triunfo hubiera sido de clamor, pero Leandro mató fatal.
Esa oreja perdida, o quizás dos, tal y como estaba el público, es un déficit que no regresa, como la que perdió del tercero, toro escaso de presencia, vulgar en varas, de las que salió suelto y enrazado. Para enganchar. Adelantar la muleta no significa enganchar, significa adelantarla. Y si al toro no se le enganchaba y por abajo, se metía por dentro, como le sucedió en el inicio de una tanda. Aire, hueco, sitio, nada de cercanías y nada por arriba en una faena emocionante en la que el torero nunca le perdió la cara a un toro que exigió arrestos. Y los tuvo, pero pinchó feo. En la mano lo tuvo, en la yema de los dedos.
Se fue al relance el primero de Castella al peto para empujar mucho. Pero salió suelto en la segunda vara. Esa tendencia a amagar con aburrirse e irse de la pelea la enseñó el toro, pero no la desarrolló. Al contrario, tuvo una movilidad de repeticiones de embestidas y un pitón izquierdo muy profundo. Con la derecha se quedó Castella quieto, queriendo, con el toro abriéndose un poco. Con la izquierda bajó el tono, sumado a algún tropiezo y un desarme. Y una estocada casi entera en sitio deficiente. Tuvo emoción todo pues el toro exigió lo suyo y la petición era suficiente. Se quedó a medias Castella y se quedó sin premio. El quinto, un toro de Pepe, bastito y manso, llevó la cara suelta, a su aire, topó y el torero llego a dar la impresión de, primero, intentarlo, y luego, aburrirse con los aceros.
El lote de Jose (léase Jóse) fue para Morante. Escasito de fuerza, afligido de fuelle, y de presencia lavada y estrecha, el primero le permitió una faena de fotografía. Con la zurda, de uno en uno, natural limpio y hondo, foto, otro de embarque con los vuelos y figura encajada, otra foto. Pero nunca fue de triunfo. El cuarto fue toro de primer pase, en los segundos apretó y punteó. Ahí Morantetiró de una técnica que ha depurado como nadie, firme de brazos y piernas, en un toma y daca estético y práctico. Un molinete, un toreo a dos manos bello. Antes dos lances y una media muy bellas. Pero ni con los toros Pepe ni con los toros Jose se puede triunfar. Con los de don José sí. Y los hubo.
Plaza de toros de Vista Alegre. Cuarta de las Corridas Generales de Bilbao. Más de tres cuartos de entrada. Toros de El Tajo y La Reina. Ovacionados en el arrastre segundo de la tarde, correspondiente a Sebastián Castella y el sexto, del lote de Leandro. Morante de la Puebla, silencio y ovación; Sebastián Castella, ovación con saludos y silencio; Leandro, silencio tras aviso y fuerte ovación tras aviso.