San Lucas calentó los motores de la tarde. El día de fiesta, con sus copas, con su alegría, con la jarana de la feria, aturdió las exigencias y encendió las pasiones, de modo que la cosa acabó con ocho orejas y dos rabos en los esportones de los toreros. Hubo triunfalismo, sin duda, pero hubo una pareja de toreros que se reafirmaron en lo mucho y bueno que han hecho esta temporada. Y eso es lo que importa, por encima de orejas y rabos.
Es importante también que un mexicano que toma la alternativa en la última feria española se muestre tan firme como se mostró Alejandro Amaya. Muy fuerte su apuesta desde el principio, con un impávido quite por gaoneras, y muy interesantes sus formas y fondo torero. La pena es que esa apuesta de quietud y aguante le condujera directamente a la enfermería cuando se puso a torear al natural, no sin antes entrar a matar con un torniquete sobre la herida.
A partir del segundo toro, Ponce le pegó un subidón a la corrida. Enrique comenzó a construir lo que más tarde sería una auténtica catarsis ‘poncista’ con una templada y completa faena al primero de su lote. Faena a más que tuvo su cumbre en un precioso toreo diestro citando de frente. Enorme Ponce en este toro y muy por encima del cuarto, al que tuvo que sobar y sobar hasta construir una embestida que le permitiera abandonarse.
De nuevo lo hizo en el último tramo de la faena, cuando citó de frente con la derecha o con la muleta plegada –como en el cartucho de pescao- en la mano izquierda. Con eso acabó de desatar las pasiones y se ganó un rabo que sólo se explica aquí en Jaén y en el día de San Lucas. A buen entendedor…
Sólo flaqueó Ponce en el sexto –el que mató en lugar de Amaya-, donde su insistencia en hacer al toro no dio resultado. No estuvo cómodo el de Chiva, más espeso e inquieto ante un toro más inquietante.
El Juli fue a más. No consiguió zafarse –pese a cortar una oreja- de la sosería de su primero, un toro que no se entregaba, pero en el quinto respondió con una nueva demostración de raza al ataque frontal de Ponce. Juli hizo todo lo que pudo y más para igualar en el triunfo a su rival. Quitó por lopecinas, banderilleó con emoción –puso a la gente en pie- y se empleó en una faena a más que remató con desplantes y muestras de pundonor. Su rabo fue consecuencia directa del de Ponce e, igual que aquél, éste resultó premio exagerado. Pero, ya se sabe, éstas son las cosas del día grande de la feria. Las cosas de San Lucas.
… GALERÍA FOTOGRÁFICA DEL TRIUNFAL FIN DE TEMPORADA DE PONCE Y EL JULI